¡Alumbra!




“Mis ojos han visto a tu Salvador” 
(Lc 2, 22-40)

En el ecuador del invierno, cuando la luz se hace más visible y la primavera se siente más cercana, celebramos la Presentación de Jesús,
Luz verdadera que alumbra a cada hombre,
Sol que nace de lo alto renovando una y otra vez la vida y haciendo renacer nuestra esperanza.

María y José, siempre dando ejemplo, cumplen la ley con corazón puro y lo presentan al Señor, con alegría.
María, que cumpla con mi vocación, con alegría.

La Santa Virgen María nos presenta a su Hijo Jesucristo, Dios de Dios y luz de luz, hecho hombre por amor, que, con su muerte y resurrección, ilumina nuestras tinieblas y nos conduce a la vida.

Reina y Madre de Pobres de Nazaret sé la luz que guíe nuestro caminar para presentarnos al Señor.
¡Ruega por nosotros!

Siempre que Cristo acude a un encuentro, a una cita con nosotros, lo hace sin estruendo. Jesús pasa inadvertido.
No todos se dan cuenta en el templo de su presencia. Los sacerdotes, demasiados ocupados con los ritos que deben realizar, no advierten nada en especial.

Sólo el anciano Simeón y la anciana Ana se dan cuenta.
Movido por el espíritu, Simeón toma en su brazo a Jesús, cosa que solo le corresponde al sacerdote y él no lo es.
Con lo que nos está dando ejemplo de que la fe ha de estar por encima de las normas ya hechas. 

Y nos recuerda además, que el Hijo de Dios acude siempre a la cita para que cada cual le tienda los brazos y se funda estrechamente con Él pues para encontrarse con Dios hay que poner todo el corazón en ello. 

Las citas con Cristo ponen siempre los corazones al descubierto, a plena luz. Frente a Cristo, apenas hay más que dos actitudes posible: o entro en el amor hasta morir por Él, o rechazo el amor y pido la muerte de Cristo.
El anciano lleva el niño en brazos, pero es el niño el que guía sus pasos.
¿Faltarás hoy a la cita con el Señor?
¿Le tenderás los brazos?
¿Le dejarás a Él que guíe tus pasos?

Hoy nos presentamos a ti, Señor, de la mano de María, para que nos transformes en luz en medio del mundo.
¡Por nuestro testimonio seamos luz y gloria!


María, está en el sitio más cercano a Jesús.
Es la primera al pie de la cruz.
En el día de la Presentación comienza su pasión:
"A ti una espada te traspasará el alma".
-Bajo tu amparo me acojo, Santa Madre de Dios

Consagrados desde el día de nuestro bautismo, como tú María, queremos que Él nos llene de sabiduría y gracia de Dios, para que nuestra fe crezca y se robustezca por tu intercesión, Madre.

Hoy hacemos una oración desde el corazón por todos los religiosos que en esta fiesta de la presentación celebran su fiesta para que no venga a menos su pasión por Dios y pasión por la humanidad.







Señor, dame un corazón humilde y confiado,
como el de Simeón y Ana, como el de María.

Ellos no tenían nada y, precisamente por eso,
se acercaban a Ti, ponían toda su confianza en Ti,
observaban la ley, cumplían tu voluntad.

No deseaban otra cosa que encontrarse contigo;
tenían un corazón limpio y una mirada transparente,
capaz de reconocerte en un recién nacido,

Señor, líbrame de la idolatría de las riquezas.
Ayúdame a compartir con generosidad lo que tengo,
No dejes que tenga otro Dios fuera de Ti.

No permitas que me apoye demasiado en las personas,
tampoco en mis propias fuerzas.
Qué sólo confíe plenamente en Ti, Señor.

Dame sabiduría y fuerza para ser pobre y libre,
purifica mi corazón de todo deseo que me aparte de Ti,
para estar abierto del todo a la plenitud de tu Amor.



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