La novedad de Jesús




“A vino nuevo, odres nuevos” 
(Lc 5,38)  

La fuerza de la costumbre hace rechazar el cambio y la novedad.
Pero Dios es la eterna novedad. 
Jesús es la novedad en medio de nosotros.
¿Quién te guía en tu caminar?
¿La costumbre?
¿Que las cosas siempre se han hecho así?
¿O más bien la experiencia de novedad de Jesús que nace en tu corazón?  

La vid echa cada año sarmientos nuevos. 
Y nos regala vino nuevo.
Los rosales los podamos con frecuencia. 
Y nos regalan rosas nuevas.
Hay que cambiar lo viejo y dejar que florezca lo nuevo del Evangelio.

Hay momentos, decisiones y situaciones en la vida en que hay que empezar todo nuevo, el qué y el cómo.
No valen remiendos.

Renovemos el vino, en nosotros, odres viejos, pongamos a Jesús, vino nuevo y seamos así vestidos con ropajes de gala, de fiesta, en la boda de Cristo con su Iglesia, vestidos con los dones del Espíritu Santo.

En fin, gocémonos en la novedad del vino nuevo que nos trae Jesús.
Es el Espíritu que hace nuevas todas las cosas.

Tú haces nacer en mi corazón la fuente.
Gracias, Señor, por tanta belleza y novedad, como me ofreces cada día.  

Señor, la novedad nos da siempre un poco de miedo,
porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control,
si somos nosotros los que construimos, programamos, planificamos nuestra vida,
según nuestros esquemas, seguridades, gustos....

Y esto nos sucede también contigo.
Con frecuencia te seguimos, te acogemos, pero hasta un cierto punto;
nos resulta difícil abandonarnos a Ti con total confianza,
dejando que el Espíritu Santo anime y guíe nuestra vida, en todas las decisiones;
tenemos miedo a que nos lleves por caminos nuevos
y nos saques de nuestros horizontes, con frecuencia limitados, cerrados, egoístas,
para abrirnos a los tuyos.

Tú eres novedad y haces nuevas a las personas que, con confianza, se dejan tocar por Ti:
Noé, del que todos se ríen, construye un arca y se salva;
Abrahán abandona su tierra, aferrado únicamente a una promesa;
Moisés se enfrenta al poder del faraón y conduce al pueblo a la libertad;
los Apóstoles, de temerosos y encerrados en el cenáculo, salen con valentía para anunciar el Evangelio.

Y nosotros, ¿estamos abiertos a las sorpresas que nos preparas
o nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo?
¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que Tú nos presentas
o nos atrincheramos en estructuras y costumbres caducas,
que han perdido la capacidad darnos y dar al mundo la alegría más grande?
Danos un corazón abierto para acogerte, para abrirnos a tu novedad,
con la seguridad de que Tú nos amas y siempre quieres nuestro bien.


Oración inspirada en una homilía de Francisco (19 de mayo de 2013).



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