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“El Reino de los cielos se parece a un tesoro 
escondido en el campo” 
(Mt 13,44)

Jesús nos dice que, para vivir su proyecto, hay que abandonar todas las demás prioridades.
¡Cómo le gustan a Jesús las personas que buscan!
Su búsqueda les hace estar abiertos, perforar la vida cotidiana en busca de lo esencial.
Al riesgo le sale al paso la alegría.
Serás joven mientras busques, mientras preguntes, mientras te sorprendas.
Si estás de vuelta de todo, compadécete de tu alma de viejo. 

Que no me canse nunca de buscarte, Señor.
Que no deje de entrar más adentro, en la espesura de tu amor.

¿He encontrado el tesoro que me llena de sentido? 
Nosotros no podemos construir este tesoro: podemos descubrirlo, acogerlo como un regalo y hacer que ocupe el lugar más importante de nuestra vida.
Y que, a partir de él, se organice nuestra existencia.
La perla o tesoro que Jesús había descubierto era el amor incondicional del Padre, que le empujaba a comunicarlo a todos creando fraternidad y aliviando el sufrimiento por donde pasaba.

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