Estamos a la espera del Espíritu y con su venida el impulso y la fortaleza para seguir en el camino. La vida cansa, el curso cansa, la mente, el corazón, el cuerpo, se cansan. Por eso todos necesitamos momentos de recarga, de renovación, de vuelta a encontrar razones para la esperanza. El Espíritu Santo es el dador de vida, el que nos capacita para desplegar los talentos y capacidades que Dios nos regala al servicio de los demás. Que nos lleve a la verdad completa, no a las miradas reducidas y miedosas con las que a veces lo entendemos todo.
La fe no es cuestión sólo de interioridad sino de un camino de vida que debemos seguir y que sabemos que no lo hacemos solos, la Trinidad es nuestro modelo de comunidad y a quién miramos para vivir la fe.
“El Espíritu de la verdad, nos guiará a la verdad plena”. La que cuesta acoger porque pone al descubierto nuestros sombras. La que no se puede rebatir con argumentos de mentira. La que enseña donde está la esencia y el sentido de la vida.
El Espíritu de la verdad es el que nos explica todo lo que el Hijo, Jesús, ha recibido del Padre. Es la fuerza de Dios en medio del mundo, en el corazón del hombre. Espíritu que habita en nosotros para guiarnos, para llenarnos de la Verdad de Dios. El Espíritu de la verdad es Dios con nosotros en la historia, en el corazón abierto que quiere responder y seguir a Jesús, presente en nuestro proyecto de vida.
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