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A la hora décima

 
"Hemos encontrado al Mesías" 
 (Jn 1,35 42)

Jesús no impone. Propone. Pregunta para descubrir las inquietudes que nos habitan. Invita a vivir la experiencia del encuentro. Suscita el ser transmisores de la vivencia. Respeta nuestra libertad y nos muestra el camino de la auténtica felicidad.

Un testigo nos ayuda a llegar a Jesús, queremos estar con Él, le descubrimos como maestro, como alguien importante, nos hace sitio, nos invita a estar con Él. Es importante lo que hacen estos dos discípulos de Juan, que luego serán de Jesús, quedarse.


 

La mirada profunda de Jesús traspasa las apariencias y llega al hondón de la persona para relacionarse con ella. La mirada de los discípulos termina en el seguimiento. Los discípulos escuchan, ven, se ponen en movimiento y siguen a Jesús.

 

 

Mi vida siente tu mirada de amor, que la invita a ir contigo.

Mi historia tiene sentido cuando te encuentro, Jesús.

Quiero escuchar tu voz y quedarme contigo.


Es importante pasar más allá de una experiencia de descubrimiento y encuentro, tenemos que quedarnos. Quedarse estar y ser con Él. Siempre se recuerda la hora de aquella experiencia que toca el corazón e hace que a partir de aquel momento nada en la vida sea igual. Eso experimentaron los dos discípulos de Juan Bautista, después de pasar veinticuatro horas con el Señor. Jamás olvidarían aquella hora décima, las cuatro de la tarde.

 

¿Qué buscas?

Tú, Señor, me preguntas: ¿Qué buscas?
Busco un corazón donde descansen
mis fatigas mentales y mis dolencias emocionales.
Busco alguien que me abrace sin condiciones,
con quien no tenga que justificarme.
Busco una amable sombra
que me quite esta soledad que escuece y quema.
Busco una mirada que torne mi tristeza en sonrisa.
Busco un camino que me regale vida sin engaños.
Busco un lugar donde me sienta amado tal y como soy,
donde ame a los demás tal y como son.
Busco una palabra con sabor a infinito
que sostenga mis pasos dañados por mil historias
y apague tantas voces efímeras que se cuelan dentro.
Busco vinculaciones solidarias de carne y hueso
y así desconectarme de pantallas y espejos.
Busco un sentido, una dirección, un horizonte
a quien dirigir y dedicar mis días,
que movilice mi andar cada mañana.

Y ahora, Señor, te pregunto yo:
Tú, ¿qué buscas?

¿Tú qué crees?
Yo te busco a ti.
Déjate encontrar. Derriba tus barreras defensivas.
Ven conmigo. No será necesario explicarte nada.
Lo comprenderás todo. Conmigo empezarás a ver.
Yo soy todo lo que anhela y busca tu corazón.


(Fermín Negre)


 

 

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