Pilar

 

«Mejor, bienaventurados 
los que escuchan la palabra de Dios 
y la cumplen». 
(Lc 11,27-28).

María, Mujer, Madre, fiel, única, discípula, seguidora, que le busca, q escucha y guarda, que acompaña, que ama con locura, que acepta la voluntad de Dios, que dice sí, que ve y cuida a los necesitados, que es Iglesia, que llora, que es familia… Todo con Él

Ante las alabanzas a Jesús, recordando a su madre, el Señor precisa el motivo por el cual su madre es verdaderamente bienaventurada: por escuchar la palabra de Dios y por ponerla en práctica.

Ojalá nos parezcamos, en esta bienaventuranza, a nuestra Madre, la Virgen María.


Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios como María que estaba atenta, que supo escuchar el susurro del ángel Gabriel. Dichosos los que cumplen la Palabra de Dios como lo hace María. Dando a luz en medio del mundo a esa misma Palabra hecha carne.

Dichosa, María, porque escuchaste la Palabra, la acogiste, y la hiciste vida en medio de este mundo.

Lo que convierte a María en un pilar firme es ser un ejemplo vivo de que lo importante pasar por escuchar y hacer vida la Palabra de Dios.


María es Pilar porque cimienta su vida en escuchar la palabra de Dios y en cumplirla. Es su certeza y camino. Su esperanza y sentido. María es discípula en lo sencillo, lo cotidiano y lo cercano. Es modelo de perseverancia, fe y entrega

Hoy agradecemos a las que nos dieron la vida, el vientre que nos crio, los pechos que nos alimentaron. Y agradecemos el nuevo y definitivo nacimiento a la fe. Agradecemos a quien nos dio la Palabra como fuente de Vida Eterna y a los que con su testimonio nos enseñan a vivirla. Gracias a nuestras madres biológicas y a quienes nos traducen en el día a día quién es Jesús para ellos. ¡Feliz día del Pilar!

Existe y resuena

Existe desde el principio
y resuena hasta en los abismos.
Comienza con un balbuceo
y tiene tanta fuerza, que grita.
Jamás hueca
y cuando se pronuncia es danza, fiesta.
Sin el Espíritu es letra muerta.
Si se escucha y se pone en práctica,
bienaventuranza viviente
en los gestos,
en la vida, en las calles.
Es profecía, caricia, pasión,
dolor y resurrección.
Llevarla es pura vocación,
anunciarla es mandato, mandato de amor.
Saborearla se vuelve vital.
Es de todos, por eso, de Dios.
Dime, Palabra hecha carne:
en mi vida, ¿qué palabra tuya soy?


(Malvi Baldellou)


 

 

 

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