Justicia,entrega, compartir

 

"¡Ay de vosotros también, maestros de la ley, 
que cargáis a los hombres cargas insoportables!" (Lc 11,42-46).

“Quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.” Esta palabra de Dios nos ha llegado, a través de los Evangelios, como una de las síntesis de todo el mensaje cristiano: la verdadera religión consiste en el amor a Dios y al prójimo. Esto es lo que da valor al culto y a la práctica de los preceptos”. (Benedicto XVI)

Necesitamos empatía para vivir humanamente. Actualmente se dan indicadores, en los más jóvenes (incluso niños y niñas incapaces de ponerse en el lugar de otra persona que sufre). Esta realidad tiene un nombre: se llama deshumanización.  Hoy la fe tiene que humanizar nuestra vida.


"Pagáis del diezmo... y pasáis por alto el amor de Dios"
Todo nace del amor de Dios. La iniciativa es suya, nos quiere. El diezmo, el cumplimiento de la norma, la apariencia...tienen que ser respuesta y no condición para la relación o el encuentro. El amor de Dios es lo primero, es el comienzo, es el inicio de la relación. Su amor rompe de manera definitiva la soledad, nos sabemos queridos por Él y hace que desaparezcan los miedos, que nazca la fe. 


"¡Ay de vosotros también, maestros de la ley, que cargáis a los hombres cargas insoportables!"  
Las leyes y ritos no pueden ser un mero cumplimiento vacío de sentido, impuesto por quedar bien. La norma tiene que dar vida y su realización nos debe acercar a la verdad y a las personas que viven la fidelidad.

Jesús denuncia una vivencia de la fe que se basa en los ritos externos, en el cumplimiento de unas normas, pero que se olvida del mandamiento de amar a Dios con toda la mente, con todas las fuerzas, pero, sobre todo, con todo el corazón. Una fe sin emociones, sin sentimientos, sin afecto, se convierte en una réplica exacta de una herencia recibida, de una tradición, pero que no actualiza la experiencia gozosa de la salvación en el aquí y en el ahora.

El fariseísmo es una máscara que difumina y distorsiona a Dios. Escondida tras el velo del cumplimiento de normas, del culto, del rito, de una religiosidad solitaria pero no solidaria. Alejada del derecho, lo justo, lo ético para buscar el poder y el reconocimiento.


La verdad en nuestros actos es fruto de la acción del Espíritu que purifica, y reordena la auténtica identidad: somos de Cristo, y debemos obrar, pensar, hablar en Cristo.

Tú, Señor, eres el camino del amor que avanza en medio de nosotros. Tú llamas a todo ser humano para que vaya a ti,
fuente de Vida.

Señor, dame un corazón como el tuyo donde entren todos.
Señor, dame un corazón como tuyo que ame a todos.
Señor, dame un corazón como el tuyo que una, acoja y no divida.


 

 

 

 

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