Nuestro Tabor

 


"Se transfiguró delante de ellos"
(Mc 9, 2-10)

Cada uno de nosotros, por el hecho de tener a Dios en sí y de ser transfigurado en su imagen divina, tiene derecho a exclamar con alegría: ¡Qué bien se está aquí!, donde todo es resplandeciente, donde está el gozo, la felicidad y la alegría, donde el corazón disfruta de absoluta tranquilidad, serenidad y dulzura, Anastasio Sinaíta

Hoy es la Fiesta de la Transfiguración, donde conmemoramos el momento en el que el Señor acompañado de Pedro, Santiago y Juan, sus tres discípulos más cercanos, subió al monte alto y se transfiguró delante de ellos; es decir, ante su mirada cambió de figura. Es un momento de derramamiento del Amor de Dios en Jesús que se expresa en una voz que sale de la nube. El Antiguo Testamento se ha hecho Nuevo en la nube, Elías y Moisés. Tal vez, para indicarnos que nuestra vida consiste en una transfiguración: en identificarnos con él.


Tres tiendas

Hagamos tres tiendas
para resguardarnos
del miedo a no poder,
de la indecisión de no saber,
del vértigo de caer.
Hagamos tres tiendas,
aquí,
donde el afecto es cálido,
la fe es segura,
el evangelio amable.
¿Para qué regresar
a la tierra hostil
donde deambulan
quienes ni creen
ni dejan creer?
Hagamos tres tiendas
aquí,
donde tu voz es caricia,
y la mesa está puesta
para todos.

No puede ser.
No hay tienda, refugio
ni defensa
para quien hace
de la justicia bandera,
del perdón, camino,
de la cruz, escuela.
Es la intemperie la tierra
donde ha de gestarse el Reino.
¿De qué sirve la calidez
de una piedad íntima
si luego, fuera,
en las calles, en la brega,
se ignora al prójimo
y se trivializa el amor?
¿De qué la devoción fácil
que no conduce a las fronteras
donde se encuentran los extraños,
donde se siembran preguntas
y germinan respuestas?


(José María R. Olaizola, SJ)

 

Jesús muestra en el monte a sus discípulos el destino de los hijos de Dios. La última palabra la tiene la luz; ante ella, la oscuridad retrocede avergonzada. Contempla, mira el rostro de Jesús iluminado. Contempla también la luz en las personas que te rodean.

Pon tu luz en mis ojos, Señor, que no sé andar por los caminos,
 si Tú no estás conmigo y me guías.
¡Gracias por tu luz, Jesús!
¡Gracias por todos los que brillan como Tú! 
 

La Eucaristía es nuestro Tabor. Ésa es la vocación cristiana: transformarnos en Cristo por la acción de su Espíritu Santo, para participar en su filiación y así estar radicados en el misterio de Dios.

 

Después del Tabor
 
«Qué bien se está aquí,
hagamos tres tiendas».
Humana disposición
a echar raíz en lo apacible.
Pero hay que volver
a la brega diaria.
Hay que volver,
una y otra vez,
al amor aterrizado,
a la intemperie,
a los caminos
que recorremos
cargados de nombres
y de preocupación cotidiana.
Hay que volver
a las encrucijadas
donde toca optar,
renunciar y elegir;
a los días intensos,
de búsquedas, ojeras,
anhelos y horas estiradas.
Hay que volver
a los días grises,
a las preguntas,
al no saber,
a la inseguridad
reflejada en un espejo,
a la tenacidad
y a la resistencia.
Hay que volver
a lo acostumbrado;
pero no con desgana
o arrastrando la existencia y el ánimo,
sino con la gratitud
y la esperanza
por banderas.

@jmolaizola
 

 

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