Tu templo

 


«Quitad esto de aquí: 
no convirtáis en un mercado 
la casa de mi Padre». 
(Jn2,13-25).

Jesús entra en el templo con un fin claro. Echar a los cambistas de templo. Una labor que fue deteriorando con el tiempo, y convirtiéndose en un mercadeo. Una corrupción religiosa usando a Dios para bien propio. Un signo profético que define al Mesías.


Jesús no acepta que la casa de Dios se convierta en un mercado, que los puestos de venta ocupen el lugar de la mesa familiar. La invitación para nuestro camino de Cuaresma es a hacer en nosotros y a nuestro alrededor más casa y menos mercado.

 

 

MERCADERES

 Hay que enfadarse y gritar
contra el que profana vidas,
el vendedor de apariencias,
contra el mercader de credos
y el usurero de penas.
Hay que devolver un no
a quien comercia con guerras,
y oponer la fe desnuda
a las armas, a las fieras
que a zarpazos amenazan
esta humanidad hambrienta
de sentido, de palabra,
de esperanza, de inocencia.

Hay que tirar por el suelo
las mesas de los cambistas
que regatean con leyes
y manipulan conciencias.
Plantarle cara a lo indigno,
aunque resistir convierta
en incómodo a quien lucha,
en peligroso al que alega
que no es amar un negocio,
ni el egoísmo bandera.

Hay que despejar el templo
de cerrojos y cadenas,
de credos atornillados,
y corazones de piedra.
Hay que silenciar el ruido,
y dar voz a los profetas.

(José María R. Olaizola, sj)

No hagas que toda tu felicidad gire en torno a lo que te proporcionan las cosas materiales: pon en el centro de tu vida lo que realmente importa. Todo lo demás, puede destruirse y convertirse en polvo. Sin más.


Hay mucho que quitar de nuestras vidas. Mucha herencia en la forma de pensar, de sentir, de actuar que nos hace recaer en el temor y no nos deja libres. La cuaresma nos quiere renovar y convertir. La vieja vivencia miedosa, que ve peligro y maldad en todo, tiene que dejar paso a una vivencia confiada. Si Dios está con nosotros ¿Quién nos separará de su amor? Si somos hijos de Dios, ¿Por qué vivir como huérfanos? Si la vida es un regalo ¿Cómo no aprovechar el día de hoy?


Cuando San Juan escribe su Evangelio, llevaba destruido el templo de Jerusalén veinte o treinta años. Si el templo era la presencia de Dios en medio de su pueblo, ahora que estaba destruido ¿cómo encontrarse con Dios? Jesús es el nuevo templo. Él levantaría el templo de su cuerpo.

Este evangelio nos invita a reflexionar sobre la importancia de la pureza y la santidad en la vida personal y en la comunidad de fe. Es un llamado a la conversión y a la renovación, a la vez nos recuerda el poder y la autoridad de Jesús, quien vino a restaurar el reino de Dios

A veces también convertimos nuestra propia vida y el propio corazón en un triste mercado sin gratuidad, generosidad, misericordia y gracia donde solo prima la ley del interés personal. Ojalá en estos días nos dejemos interpelar por el Evangelio.


El camino cuaresmal, es el regalo que nos purifica, nos sana, nos restaura, preparándonos para ingresar en el signo de la Resurrección de Jesús.

Es importante recordarnos a nosotros mismos nuestro gran valor porque el mismo Dios ha decidido escogernos como templo vivo donde habita

 

QUIERO SER TU TEMPLO, SEÑOR

Para que, en el sagrario de mi corazón,
habites y hables dándome el calor de tu Palabra.
Quiero, Señor, que vuelques la mesa de mi orgullo
y sea dócil al soplo de tu Espíritu.
Sí, Señor; quiero ser un templo de tu presencia
para que levantes en mí la verdad y la justicia
la paz y la alegría, el amor y la misericordia.
Un edificio en el que sólo tengas cabida Tú
y, donde las piedras, tengan el sello del perdón y la esperanza.
Un rincón en el que puedas reinar y sentirte a gusto,
un templo de tu propiedad.
Sí, Señor; quiero ser un templo
del cual te puedas sentir orgulloso,
en el que no exista suciedad ni comercio alguno
en el que, Dios, quiera siempre vivir y nunca marcharse.
Quiero ser tu templo, Señor
Edificado sobre tus diez mandamientos.
Señalado con la cruz redentora.
Fortalecido con la sabiduría divina.
Rejuvenecido por tu Gracia. Sí, Señor;
si Tú quieres deseo y te pido me hagas templo vivo
para que, un día y contigo,
aun siendo destruido por la muerte pueda resucitar de nuevo. 
Amén

 

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