La verdadera libertad.

 

«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres»  
(Jn 8, 31-42).

No es sólo hacer el bien y preocuparnos por los demás. Lo primero es que todo lo bueno que hagamos tenga su base en la palabra de salvación que nos trajo Jesús y que alcanza la plenitud en la donación de la vida.

El dinero. Las comodidades. Los caprichos. Tenemos muchas cosas que nos esclavizan en nuestro día a día. ¡Déjate liberar por quien te ofrece la verdadera libertad! Porque tus ataduras no aprietan tanto como crees…

La verdad libera de la esclavitud de tantas mentiras. De las cadenas de la manipulación, la hipocresía, la tergiversación. Una verdad que solo encontramos en Jesús. La Verdad. La que quisieron callar y matar. La que da luz en la oscuridad del pecado.

Tú eres la verdad
y no te conocí.
Te tenía ante los ojos
y, sin embargo, estaba ciego.

Buscaba la verdad en otra parte.

La verdad es tu Persona.
Te niego a Ti y no te reconozco.

Tu venida me es indiferente.

Perdón Señor,
por no acogerte, por no seguirte.

¡Oh Verdad,
que calmas la inquietud

y los deseos de mi corazón!
¡Verdad de Jesús,
háblame al oído,
sedúceme, atráeme hacia ti.

Amén.

A veces llegamos a pensar que en la mentira podemos asentar nuestra libertad. Pero no es así: nada más lejos de la realidad. Sólo la verdad puede hacernos verdaderamente libres. Porque la libertad no es libertinaje destructivo sino la opción mejor de construir la propia persona.


"La verdad os hará libres."
Esto lo escuchamos y lo vivimos cada vez más. La verdad sobre nosotros, los demás y sobre Dios. La verdad profunda de que Dios es amor y nosotros obra de sus manos. La verdad de ser familia, de construir unas relaciones que nacen de la alegría del compartir. La verdad de vivir acompañados respondiendo a la confianza de ser llamados a construir el Reino de Dios. El fruto es que somos libres. Para amar, para ayudar, para darnos en todo lo que vivimos. Libres para desplegar en profundidad lo que cada uno somos.

La libertad cristiana consiste en  escuchar y seguir la palabra del Evangelio

 

Para la libertad

Hay muchas celdas
en la prisión del hombre,
sus nombres
escritos con sangre y llanto
en la puerta:
«codicia», «exigencia»
«vanidad», «celos»,
«impaciencia», «comodidad»,
«violencia»…
…y otros títulos
que llenan los corredores
con lamentos por la vida perdida.
Hay quien ni siquiera sabe
que está preso,
y sin embargo, en lo profundo,
intuye
otra historia
sin cadenas.
El Dios humano es la puerta
que nos libera,
al mostrarnos
un amor
verdadero.


(José María R. Olaizola, sj)


 

 

 

 

 

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