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Miradas

 


"Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán 
ni aunque resucite un muerto”.  
(Lc16,19-31).

Cuando nos encerramos en nosotros mismos, en nuestra forma de pensar y entender las cosas. Si no nos atrevemos a abrir las ventanas para que entre aire nuevo que renueve, No escucharemos a nadie, ni aunque resucite por nosotros.

La parábola del pobre Lázaro remueve las entrañas del creyente más insensible. Y de sensibilidad va el tema: del rico se destaca como única maldad la de vivir ignorando al que sufre en el portal de su casa. Lázaro (que significa "el ayudado por Dios") confía pese a su indigencia.


La sociedad actual está llena de pobres. Gente que sufre. Acércate a su dolor. Acompáñalos. Apacigua su pena. Esa es la verdadera caridad.

La riqueza no es mal. El mal está en lo que se hace con ella. El rico que vive ignorando al pobre, es el que ha perdido el sentido de la solidaridad, del compartir, de la fraternidad. Se ha cegado en la seguridad de los bienes, y esa será su condena.

En la Ley y en los profetas conocemos a Dios. En los Evangelios nos encontramos con Jesús. En la liturgia de la Iglesia y en los sacramentos celebramos y experimentamos su amor. Son las vías habituales de despertar a la fe. Encontramos a Dios en la vida de las personas que lo traducen con su amor y servicio. No necesitamos ni apariciones, ni manifestaciones extraordinarias. Que lo inexplicable no oculte la cercanía y sencillez de la fe.


La felicidad indudablemente, se construye de manera segura a través de las bienaventuranzas. Avancemos, por camino de vida en plenitud. Allí pongamos toda nuestra confianza.

Sólo es cuestión de mirar y ver. A nuestro alrededor hay personas que se conformarían con una 'migaja' de lo que no nos cuesta nada. Un saludo, una sonrisa, una mirada, un gracias, un detalle, una pregunta. Es como nosotros, tiene nombre. La ayuda no siempre es cosa, la ayuda en muchas ocasiones es estar, es valorar, es amar.

 

Miradas

Hay miradas gratuitas
que nutren,
y hay miradas hambrientas
que devoran.

Hay miradas soleadas
que desentumecen,
y hay miradas invernales
que tullen.

Hay miradas hondas
como pozos,
y hay miradas ligeras
como chubascos.

Una mirada amiga
puede saltar un abismo,
una mirada odiosa
puede levantar un muro.

En el espejo de unos ojos
pueden hallarse los perdidos,
en el espejismo de unos ojos
pueden perderse los seguros

(Benjamín G. Buelta, sj)

 

 

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