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El Cielo abierto

 

"Veréis el cielo abierto  y a los ángeles de Dios subir y bajar".
(Jn1,47-51).

El encuentro entre Jesús y Natanael está lleno de sinceridad y transparencia. Jesús lo define como israelita de verdad. No oculta nada, ni es enrevesado. Natanael se sorprende de ser conocido. Conocer es saber de la persona en toda su integridad. Jesús nos conoce, no somos un número para Él. Nos conoce desde siempre, nos ama. Ante Él no hay ni nada escondido ni miedos que nos escondan. Conocer es querer, conocer es amar. Tiene escritos en su enorme corazón nuestros nombres. Cuando alguien nos conoce nos llama por nuestro nombre, sabe quién somos, sabe qué buscamos o queremos. Él nos conoce.

«Tú eres el Hijo de Dios» Cuando uno se encuentra con Él sólo cabe proclamar su grandeza. La grandeza la descubrimos en las cosas pequeñas, sencillas que vivimos cada día y que nos llevan a los grandes acontecimientos que por la fe se hacen presentes en la vida.


"Has de ver cosas mayores".
La vida está llena de sorpresas y es que a Dios le gusta sorprender. Vive cada momento como una nueva oportunidad, disfruta y exprime el día como si te fuera la vida en ello.

"Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre" Jesús se muestra como quien abre el Cielo y lo une a la Tierra. Con Jesús ha quedado el cielo abierto, unido lo humano y lo divino. Ya no hay excusa para no acercarse a Dios y encontrarse con él. Si el Verbo de Dios se ha encarnado, sus ángeles suben y bajan sobre el Salvador. Ahí radica la esperanza cristiana en medio de un mundo sin futuro. Desde la Cruz, Cristo es esa escalera por la que los ángeles suben y bajan del cielo Sí, a través de esta escalera, los ángeles conviven a diario con nosotros

"Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar". Ángel en griego significa enviado. Y es cierto que nuestras vidas están rodeadas de ángeles. No con alas y coronilla, sino ángeles del suelo que con su cariño, sus palabras y sus gestos nos recuerdan lo amados que somos. Nosotros también somos enviados a dar vida, alegría, consuelo, esperanza. Hay ángeles caídos que no reconocen sus vidas como un regalo, que prefieren la oscuridad a la luz. Devolvamos el esplendor a tanta vida rota, a tanta tristeza acumulada.

Y yo, ¿confío en Dios, que me acompaña y cuida de mil maneras?  Pídele al Señor la fe para ver el Cielo abierto sobre este mundo necesitado y que con tu vida, como instrumento de Dios, se pueda unir el Cielo a la Tierra

Señor, en esta fiesta dame un corazón de niño 
que sepa sorprenderse y acoger a tantos ángeles que me cuidan. 
Ayúdame a ser un ángel bueno para mis hermanos.

Dios no se ha ido. Nos lo declaran Miguel, Gabriel y Rafael. Recuerda: ¿Quién como Dios? Fortaleza de Dios y medicina de Dios. ¿No crees que tienen algo que decirnos de parte de Dios?
Dios no se ha ido. ¿Quién como Él? Pues se nos da como fortaleza y medicina

En la fiesta de los Arcángeles también está presente Santa María. La Virgen, como san Miguel, venció a Satanás. Ella es la destinataria de la embajada de san Gabriel. Y como san Rafael nos lleva por el buen camino. Por ese camino de santidad que Dios quiere para todos nosotros.

 

A borbotones

Tengo sed.
De amor,
de vida,
de respuestas.
¿Quién la saciará?
Tengo sed.
De verdad,
de justicia
y de evangelio,
¿en qué fuente
podré beber?
Tengo sed.
De alegría,
de encuentro,
de humanidad,
¿dónde mana
ese agua?

«Yo soy»,
dices…

Tu palabra,
tu historia
y tu espíritu
son la respuesta.


(José María R. Olaizola, sj)


 

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