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"Escuchadlo"

 


"Su rostro resplandecía como el sol, 
y sus vestidos se volvieron blancos como la luz"
(Mt 17,1-9).

Tras el primer anuncio de la pasión, a la comunidad de los discípulos, Jesús se transfiguró delante de Pedro, Santiago y Juan.

En la escena que nos narra el evangelio aparece conversando con Moisés y Elías que representan la Ley y los profetas, y todo culmina en esta voz del cielo que invita a poner la atención y la escucha solo en el Hijo amado.

"Este es mi Amado... escuchadlo" No hay duda para ellos, están con el Señor. Desean quedarse allí para siempre... El monte es un lugar de encuentro privilegiado con Dios. Se acerca Jesús, la experiencia ha pasado y su palabra es clara: no temáis, levantaos.

Tienen que levantarse y seguir el camino del discipulado. Con Él, monte abajo, donde está la gente, donde les espera el pueblo.

Al celebrar la fiesta de la Transfiguración del Señor nos hace revitalizar y alimentar nuestra única esperanza en el Hijo. En medio de nuestra vida todos tenemos que pasar por los valles tenebrosos de nuestra existencia, que pueden ser nuestros problemas cotidianos, crisis de relaciones, falta de perspectiva y motivación en la vida.

Hay en la vida, y en la fe, momentos en que todo encaja. Pero luego hay que volver a la turbulencia de la vida diaria, donde hay más batalla y menos sosiego. Sólo el Hijo amado del Padre nos guía y acompaña hasta la Resurrección que esperamos y creemos.

Estamos acostumbrados a que las buenas noticias nos lleguen desde fuera. La alegría depende de los planes, las personas, los lugares, las valoraciones. Jesús hoy nos invita a que desde dentro, reconozcamos el manantial de vida que hay en cada uno desde dentro. El rostro de Jesús resplandecía, traducía hacia fuera la luz de su interior. El amor que sentía, la fidelidad a la misión como Moisés, como Elías. De dentro a afuera renace la vida.

Nosotros tenemos que tener esa experiencia de encuentro, de Tabor,buscar lugares, momentos donde gozarla, perder el miedo y volver a la realidad a vivir el Evangelio con los otros, con los demás. Para que esto se produzca tenemos que llevar a la práctica el mandato de Dios: "escuchadlo" No escuchemos a nadie más, sólo a Él.

 El domingo nos trae la luz y la paz de la Eucaristía.

 

 

Transfigurar

Transfigurar cada instante con el halo
de la belleza. En cada ojo
que te mira, saber que se halla oculta
una súplica de amor.

Pasar haciendo el bien, acariciando
las cosas y los hombres
como si fueran una flor o una estrella
que nos hubiera nacido entre las manos.

Regalar la sonrisa sin usura
y agradecer a todo cuanto existe
el hecho de existir.

Hacer de cada día un cuadro
de colores alegres, compasivos,
cálidos, transparentes y acordados.

Caminar en silencio, con el alma
abierta a los cuatro cardinales.
Ser una nota más en el himno grandioso
del palpitar pausado de los mundos.

Estar a gusto aquí,
en el Tabor glorioso de este instante,
y dejar si es posible nuestra huella
en la pasión de la palabra justa
o en el temblor de la justa pincelada.


(Adolfo Sarabia)


 

 

 

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