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Enséñame

 


«
𝑨𝒎𝒂𝒓𝒂́𝒔 𝒂𝒍 𝑺𝒆𝒏̃𝒐𝒓, 𝒕𝒖 𝑫𝒊𝒐𝒔, 𝒄𝒐𝒏 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒕𝒖 𝒄𝒐𝒓𝒂𝒛𝒐́𝒏» (Marcos 12, 28-34)

"Escucha...". El mandamiento primero empieza con un imperativo: Escucha. Tener dos orejas y solo una boca es un claro indicativo de que hay que escuchar el doble de lo que se habla. Dios te hablará cuando calles y escuches. Te amarás a ti mismo cuando también sepas escucharte...Poner atención a la voz de Dios. Dejar que su palabra penetre y transforme. Que oriente los afectos para amarlo más y mejor. Desde ahí podemos ir al segundo mandamiento: amar a los demás.

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser” cuando se ama de verdad, no sólo usamos la cabeza o el corazón, es todo nuestro ser el que empeñamos porque no caben medias tintas en una entrega total y generosa.

El amor no puede ser de otra manera o con toda la existencia puesta en juego o no es amor. En el amor está en juego lo que uno es, no es cuestión de dermis sino de corazón, no es algo momentáneo sino de fidelidad. El amor es de verdad o no lo es. Se ama con el ser, desde las entrañas, desde los cimientos de la vida. Amar forma parte de nuestra esencia.


"No estás lejos del reino de Dios".
Esto decía el Señor de quien, en diálogo con él, había descubierto lo que realmente importa, lo que es primero y principal: el amor a Dios sobre todo y el amor al prójimo como a uno mismo. Quien entiende esto ha llegado al corazón del Evangelio.

«No estás lejos del reino de Dios.» Eso nos dice Jesús a todos. No estamos lejos del Reino porque no hablamos de un lugar, sino de una forma de situarse ante la vida. El Reino es adorar al Padre en Espíritu y en verdad. El Reino está dentro de nosotros, justo en la mente, el corazón y el cuerpo. Y cuando se va alineando todo mi ser por la acción del Espíritu cada vez vivimos más lo que creemos. El amor a Dios y al prójimo lo inunda todo y los frutos del Espíritu se viven y comparten.


Solo una vida gastada en amar y darse es una vida llena de sentido. Sin amor no somos nada. Al final, solo queda el AMOR.

 

 

¡ENSÉÑAME A AMAR!

Señor:
Sólo Tú puedes soportar ofensas, indiferencia,
ingratitud, abandono y permanecer inalterable.
Dame Señor un corazón como el tuyo disponible para todos
por igual, sin egoísmos para que pueda servir a los demás
y no fallarles, para que mi amor sea siempre sincero,
constante, grande y perfecto como el Tuyo.
Bendice a los que me aman y a los que Tú sabes que no.
Reconozco que soy quien levanto barreras de prevención
y miedo, indiferencias y rechazos, disgustos y reclamos.
Permíteme dar un testimonio vivo de amor que no sea sólo apariencia.
Te pido que pongas en mi corazón sentimientos más puros y sinceros.
Necesito generosidad, renuncia, comprensión y confianza.
Tú me amas Señor, no por lo que soy sino a pesar de lo que soy.
¡ENSÉÑAME A AMAR! 

María Eugenia Ochoa Medina -MVP – Colombia 


 

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