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Tres preguntas

 


"Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo"
. (Jn21,15-19)

Jesús le hace tres preguntas a Pedro. Parecen iguales, pero son muy distintas.
1-¿Me amas más que estos?
2-¿Me amas?
3-¿Me quieres?.
Y Pedro da tres respuestas semejantes: Te quiero. Jesús aceptará su querer filial hasta que aprenda a descubrir el Amor de la entrega.

"Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero." Esta es la respuesta de Pedro a la tercera pregunta de Jesús. Su respuesta estaba condicionada por las tres veces que negó a Jesús. ¿Cómo puedo decir que te amo si te niego? Pero Jesús lo pregunta con sinceridad. Sólo el amor es capaz de restaurar el dolor ocasionado y vivido. Sólo le importa a Jesús que cada uno sane y pueda compartir la alegría de vivir. Reconstruyendo relaciones, cuidando a todos los que nos necesitan.


«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero»
A pesar de nuestras infidelidades cuando confiamos en Él nos vuelve a acoger. Por eso podemos devolverle el amor que nos da en cada momento. Un amor que nos lleva a sentir su perdón y desde ahí el envío que nos lleva a la misión.

La alegría es uno de los frutos más preciados del Espíritu de Dios. Hoy recordamos a San Felipe Neri, uno de esos Santos que más se inundó de la felicidad de Dios y así lo contagió en su tiempo a quienes le rodeaban.Pidamos a Dios que por su intercesión alegre lo más profundo de nuestros corazones y de nuestra sociedad ¡Que tanto necesita la verdadera Alegría!

La primera tarea de los cristianos es mantener vivo el fuego que Jesús ha traído a la tierra (Lc 12,49), es decir, el Amor de Dios, el Espíritu Santo. Sin el fuego del Espíritu, las profecías se apagan, la tristeza reemplaza la alegría, la costumbre sustituye al amor.

Una sola palabra resume el profundo significado del discipulado cristiano. Una palabra precedida por la pregunta "¿me amas?" Sin la condición del amor, la relación con Dios queda anulada y vacía de contenido. El que escucha la llamada del Señor y le sigue es verdadero discípulo.

Contradicciones
Hoy, Señor, me siento a tu mesa junto a Pedro, 
el brabucón y cabezota de corazón noble.
Tu advertencia, seguramente, le traspasó el corazón 
y la idea de negarte le llenaría de angustia y confusión.
 Pedro, el primero de todos y, sin embargo, 
el que hasta tres veces te negó. 
El cobarde que huyó de tu mirada al salir del pretorio.
Pero Tú, Jesús, viniste a por las ovejas perdidas, 
a por los pecadores que se sitúan arrepentidos al final del templo, 
y no por los fariseos de los primeros puestos. 
Y, por eso, vuelves a sentarte con Pedro… 
Y conmigo. 
Tú eres el Dios de la contradicción y, por eso, 
el Dios del perdón a quien continuamente puedo volver.
 

(Óscar Cala, sj)

 


 

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