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38 años

 


«Levántate, toma tu camilla y echa a andar»
 
(Jn 5,1-16)

38 años enfermo. A veces la peor enfermedad es acostumbrarnos y resignarnos al mal en la propia vida y en nuestro mundo.

Jesús cura al paralítico: Él buscaba la curación en las aguas removidas de la piscina de las ovejas, pero nadie le acercaba. Un día, descubrió que quien realmente curaba la parálisis del cuerpo y del alma era Jesús de Nazaret. Tuvo la suerte de encontrarse con él y todo cambió.

Levántate de tus postraciones, tus miedos. Ponte en pie alejándote de comodidades y placeres. Toma la camilla de tu historia, donde reposan cicatrices del pasado, de guerras que perdiste, pero que te hicieron ser quien eres. Echa a andar porque la vida es camino.

Nuestra insolidaridad, nuestro egoísmo, nos vuelven paralíticos. Ponte en marcha, camina y da el primer paso.

La invitación en Cuaresma es clara: no podemos permanecer sentados, la vida del cristiano debe estar siempre en camino. Llevamos con nosotros lo que hemos sido, pero deseosos de construir una vida nueva llenos de esperanza.

" ¿Quieres quedar sano?" En la libre respuesta a la gracia, radica nuestra salvación y felicidad plena.

 Está sufriendo, está solo, necesita ayuda, confía en Él... y la propuesta es ponerse de pie, comenzar de nuevo, volver a andar. Al paralítico le ha cambiado la vida conocer a Jesús, ponerse en sus manos y aceptar su propuesta.


“Coge tu camilla y vete”. “Has sido curado, no vuelvas a pecar más, pues podría sucederte algo peor.”
También nosotros escucharemos estas palabras de Jesús en estas últimas semanas de Cuaresma, experimentaremos el perdón, la fuerza curativa y vivificadora del amor de Dios realizada en el Sacramento de la Reconciliación. La Cuaresma es tiempo de Gracia, tiempo de Salvación, momento de descubrir qué “enfermedad”, qué pecados nos impiden andar, seguir a Jesús; tiempo para acoger el perdón gratuito de Dios y para comprometernos a serle fiel.

Así es el encuentro con Jesús, nos cambiará la vida, algo nuevo comenzará.

Ayúdanos, Espíritu Santo, 
a hacernos cargo de las fragilidades 
y las pobrezas de nuestro tiempo,
curando las heridas y sanando los corazones quebrantados
con el bálsamo de Dios
 
Señor, danos tu mano
y renueva tu invitación.
A sumergirnos en el agua viva de tu amor,
que no me paralice la vieja desconfianza,
que no me ate el pecado sin esperanza,
que no me hunda en el hombre viejo que no cambia.
Sé que me das tu gracia,
sé que ella me levanta,
sé que sin ella no camino.
Dame la constancia y la perseverancia
de recordar como tu pascua
han hecho nueva mi historia.

 

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