Si quieres

 

"Quien quiera salvar su vida, la perderá; 
pero el que pierda 
su vida por mí y
 por el Evangelio, 
la salvará." (Mc 8, 34-9,1) 

Suena a paradoja, pero es verdad. Quién centra su atención sólo en cubrir sus propias necesidades, poco a poco se aísla y se pierde. Quién fortalece el tejido social, se implica y compromete, en la vida de los demás disfruta de la alegría del compartir y de caminar juntos. La elección es clara: ¿solos o en familia? ¿Para mí o para todo? ¿Los de mi cuerda o universal?

Jesús llama en libertad y en claridad. Quien quiera seguirlo, lo hace negándose. Poniendo a Dios en el centro de su ser y hacer. Cogiendo la cruz. Aceptando el sufrimiento de la coherencia, fidelidad, el anuncio y la denuncia. E ir detrás de él, tras sus pisadas.

" Tome su cruz". San Francisco en su oración al Cristo de san Damián pide "ilumina las tinieblas de mi corazón". No pide eliminarlas, ni suprimirlas. Acoge tu cruz como parte de tu camino a la vida, a la resurrección... No será fácil, pero Dios confía ti.

Parece una contradicción, una antinomia irracional... Sin embargo, los misterios más profundos de la vida encierran este tipo de antinomias. Perder la vida para ganarla cuando todo empuja a ganarla egoístamente hasta perderla. El Señor va por delante mostrando el camino: síguelo.

«El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará» Perder para encontrar. En nuestra vida esas contradicciones no son fácilmente explicables, en el interior del creyente, la renuncia como aceptación de la voluntad del Padre es plenitud de vida que alegra el corazón.

"Perder la vida por el Evangelio" es hacer del mandamiento nuevo programa de vida, leer las bienaventuranzas y comenzar a vivir con los dichosos para descubrir en y con ellos a nuestro Dios. Perder la vida por Él es ganarla al colocarlo a Él en el centro del corazón
Dar la vida por Jesucristo y por el Evangelio, es proyectar a futuro, la inversión de tiempo, vida y esfuerzo más segura y acertada.

Si quieres venir conmigo

Si quieres venir conmigo, niégate a ti mismo, o dicho de otro modo, 
no te pongas tan en el centro de todo que no quepa nada más. 
Afirma a Dios, afirma al prójimo, y encontrarás tu lugar.
 Carga con tu cruz, como hago yo. 
La cruz que nace de tomar en serio mi buena noticia.
 La cruz que es a veces rechazo, a veces conflicto,  a veces la impotencia del amor mal respondido. 
Si lo único que buscas es protegerte, cuidarte, 
resguardarte de la vida, no vivirás. 
¿De qué te sirve esconderte en una jaula de oro, cuando la vida te espera fuera? 
No te avergüences de mí y de mis palabras, 
que a veces el mundo será muy cínico. 
Te llamarán buenista, ingenuo, supersticioso. 
¿Qué dirás entonces? 
Te lo aseguro, mi Espíritu está en tu vida. 
 (Adaptación de Mc 8, 34-37;9,1) (Rezandovoy)

 

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