¡Tan bella y tan confiada!

 


«Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.»  
(Lc 7,1-10)

El centurión, no siendo creyente, se reconoce en su ser ante Dios. No es él quien va a rogarle a Jesús por su criado. Son los ancianos y unos amigos los que van a pedirle y decirle a Jesús. Son otros los que interceden por él, pero será él el elogiado por su fe.

Para los ancianos, el centurión merecía ser atendido por su amor. Para el centurión, él no era digno de encontrarse con el Amor… y ambas cosas no están tan lejos.

Si, es en un extranjero, en un centurión donde Jesús encuentra más fe que en el pueblo de alianza. Hay que romper tópicos y valorar objetivamente: hay alejados muy cerca del Señor, y cercanos de toda la vida que están muy distantes de Él. La clave está en fiarse de su palabra.

¡Qué fe tan bella y tan confiada! Una fe que conmueve al mismo Dios

Considerarnos pequeños ante la bondad y la misericordia de Dios, confiar plenamente en Él y saber que su Palabra tiene el poder de salvarnos. Sólo tú, Señor tienes palabras de Vida Eterna.

La fuerza transformante de la Palabra de Dios, necesita de la respuesta confiada del ser humano. La fe y la confianza son nuestra forma de responder a la iniciativa salvadora de Dios. Creemos con firmeza que no está en nosotros la capacidad de salvarnos


Celebremos hoy el Dulce Nombre de María. Y su nombre era María». El nombre de María, traducido del hebreo ‘Miriam’, significa, Doncella, Señora, Princesa

"Decir tu nombre, María, es decir que todo nombre puede estar lleno de Gracia."

Que sepa suplicar con aquella confianza de tu Madre Santísima, María del Dulce Nombre, en las bodas de Caná, no dudar nunca de tu cercanía, de tu interés, de tu gran amor por mí, aunque yo no sea digno ni pueda corresponder, sin tu ayuda, a este gran amor.

“Señor, una palabra tuya bastará para sanarme.” 

¡Cuántas veces he repetido esta frase durante la misa! Reconozco que soy pequeño delante de Ti, Dios mío, y que a veces no he sabido corresponder a tu amor. Pero el ejemplo del centurión anima mi fe. Señor, no soy digno de recibirte en mi alma, pero Tú quieres venir porque sabes que te necesito y que me esfuerzo por prepararte una digna morada.

Reconozco que hoy Te necesito más que nunca porque pasamos tiempos difíciles, entiendo que mi fragilidad y las dificultades por las que atravieso a veces no concuerdan con mis ganas de saber más de Ti y de acercarme más a Ti, pero ojalá te baste por este momento mi fe tan pequeñita para hacer tu obra en mí y en todos nosotros. Una palabra tuya bastará para sanarnos, liberarnos y ayudarnos a volver encaminarnos.

Te necesitamos Jesús, no apartes tu mirada de nosotros, Amén.


 

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