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No estamos solos

 


 
 
 
“El Espíritu 
de vuestro Padre 
hablará por vosotros” 
(Mt 10,16-23)

 

 

 

 

 

El evangelio de hoy nos pide coherencia: vivir conforme a nuestra fe.

En una sociedad secularizada como la nuestra importan más los hechos que las palabras. Importa nuestra manera de acoger a los que acuden a nosotros y nuestra confianza en Dios en toda circunstancia.

Todo bautizado lleva impreso en el alma el mandato apostólico, y Cristo, por sus palabras, nos infunde el ánimo que necesitamos. La misión es complicada, pero con Él. Nos pide sagacidad. Estar despiertos. No esconderse sino proponer. Saber defender nuestro proyecto de vida, nuestra propuesta, nuestra amistad con Él, nuestra manera de vivir. Es claro que el camino tiene incomprensiones de parte de aquellos que nos rodean, incluso de los más cercanos, pero "en Él somos fuertes". No estamos solos. Jesús pasó por la cruz y luego resucitó, sigamos su mismo camino.

"No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros."

Así de confiados tenemos que ir por la vida. La fuerza del Espíritu es la que actúa en nosotros. Es una pena cuando nos sentimos los protagonistas y usurpamos a Dios la iniciativa. Si no hay verdadera humildad nos convertimos en comunicadores de proclamas y de ideología pero queda muy poco del Evangelio liberador de Cristo.

Si hay que hablar, el Señor nos inspirará las palabras adecuadas. Es cuestión de mantenernos unidos a Él. El Espíritu viene siempre a animar la vida de la humanidad. Nos da la fortaleza para afrontar la realidad que nos toca vivir. Invoca al Espíritu al comenzar el día.Déjate conducir por Él a la interioridad, a la creatividad y a la comunión.

¡Tu Espíritu sobre mí!

Te abro la puerta sin miedo.

Te acojo en mi corazón.

¡Empieza lo nuevo!

 

Espíritu Santo, eres el alma de mi alma.

Te adoro humildemente.

Ilumíname, fortifícame, guíame, consuélame.

Y en cuanto corresponde al plan del eterno Padre Dios

revélame tus deseos.

Dame a conocer lo que el Amor eterno desea de mí.

Dame a conocer lo que debo realizar,

dame a conocer lo que debo sufrir,

dame a conocer lo que, silencioso, con modestia y en oración, 

debo aceptar, cargar y soportar.

Si, Espíritu Santo, dame a conocer tu voluntad

y la voluntad del Padre.

Pues toda mi vida no quiere ser otra cosa,

que un continuado y perpetuo Sí a los deseos

y al querer del eterno Padre Dios.

Amén


 

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