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Confiemos

 


“No tengáis miedo” 
(Mt 10,24-33).

 

No hay que tener miedo a quienes nos persiguen o difaman. Hay que temer a quienes son capaces de exterminar un proyecto de vida, opacar los sueños, destruir la esperanza.

Jesús nos llama a la confianza. Dios cuida de nosotros, nos ama con todo el corazón, está presente en los menores acontecimientos de nuestra vida. Ni siquiera se cae un cabello de nuestra cabeza sin que Dios lo permita. Es nuestro mejor seguro. Nunca nos fallará.

Confía, no tengas miedo y da un paso más: confiesa públicamente a Cristo Jesús y él confesará ante el Padre, que eres digno de la vida eterna y la salvación.

 

Confiemos, y busquemos siempre la Voluntad de Dios.

 

 

Que el miedo no te lleve a esconder el mensaje de Jesús.  Las cosas bellas empiezan a nacer en un corazón que ha expulsado el miedo. Expón a Jesús los miedos que te tienen atrapado y no te dejan volar en libertad.

Hay pocas imágenes tan entrañables como la fragilidad de un pajarillo en manos de quien lo protege y cuida, aunque pudiera acabar con su vida. Siempre nos parecerá más próximo a Dios quien ama, y protege y guía, y no quien aplasta y destruye. La ternura y amor siempre pueden más.

Los hombres:
Pueden matar nuestros cuerpos.
Pero no pueden matar nuestras almas.
Pueden sacrificar nuestros cuerpos.
Pero no pueden sacrificar nuestras almas.

Los hombres pueden condenarnos a la muerte por nuestra fe.
Pero Dios puede salvarnos a una vida definitiva.
Los hombres pueden llevarnos al cementerio.
Pero Dios nos puede al cielo.
Lo hombres nunca tienen la última palabra.
Porque la última palabra la tiene siempre Dios.
Ni nosotros tenemos la última palabra,
La última palabra la tiene Dios.
Y esa es nuestra esperanza.
Y esa es nuestra alegría.
Porque, digamos lo que digamos, la última palabra sobre nosotros la tiene siempre Él.

Confío y nada temo, porque Tú vas conmigo, acompañas mi caminar, y me invitas a poner mi confianza en el Padre.

"No tengáis miedo". 

Sin miedo vivir el Evangelio.

Sin miedo seguirle.

Sin miedo anunciarle.

Sin miedo abrir la puerta al que viene.

Sin miedo encontrarnos con Él y con los hermanos.

Sin miedo darse. 

Sin miedo gozar de la aventura para buscarle.

 


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