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La clave

 


"Permaneced en mí y yo en vosotros". 
(Jn 15,1-6)

Todos los santos pasaron por duras pruebas a lo largo de su vida. Es ahí, en medio de las dificultades de la vida, de las incomprensiones, de las persecuciones, donde se forja el verdadero discípulo de Cristo. Los sarmientos que no dan fruto se arrancan y van al fuego, pero el que da fruto necesita que lo poden para dar mas fruto.

Es un proceso doloroso que a veces interpretamos como una falta de amor de Dios, pero que es todo lo contrario: una muestra de su predilección por quien le ama, "así recibe gloria mi Padre", dice. Miremos nuestras crisis como nuevas oportunidades que nos da el Señor para crecer y dar fruto... No reneguemos de él, sino permanezcamos unidos a la vid verdadera.


 

Permanecer en Él. Para dar fruto. Para poder hacer. Para pedir lo que deseemos y se realizará. Para ser sus discípulos. Permaneced en Él

Escucha cómo Jesús hoy te dice: "¡Adelante!, Yo estoy contigo, siempre a tu lado. No te alejes de mí, y siente mi Presencia. Juntos seremos capaces de todo..."

Nos invita Jesús a que permanezcamos adheridos a él, fieles a su doctrina, perseverando en el amor con firmeza y con esperanza. A quien así viva, tanto le amará el Padre, que todo cuanto pida se le dará.

SIN MÍ NO PODÉIS HACER NADA. ¿Reconozco mis límites? ¿Me dejo ayudar por Dios y por las personas?

Señor, cura nuestra fiebre de orgullo, que nos lleva a creernos personas todopoderosas, a no reconocer que hemos recibido todo lo que tenemos a no pedir ayuda.


 

La gloria del Padre consiste en que todos vivamos en plenitud, pero la violencia de unos contra otros oscurece su rostro. Cuando los discípulos de Jesús dan fruto alegran el corazón del Padre, cuando son lugares de comunión hacen brotar una sonrisa en los ojos del Padre, cuando ven a cada persona como un don dan gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Alégrate con las personas que viven cerca de ti. Gózate con sus éxitos.

También hoy soñaré con la nueva humanidad, Señor. También hoy pondré mis manos en la tarea.

Señor, cuando contemplo una humilde vid, te contemplo a ti, en el duro suelo de este mundo, hundiendo tus raíces y dando buenos frutos, gracias a lo que tu Espíritu hace por medio de nosotros, tus sarmientos. Jesús, deseo permanecer siempre unido a ti, y sentir cómo tu suave sabia riega mi corazón.


 

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