En los pequeños

 


'Quien no reciba el reino de Dios 
como un niño, no entrará en él'. 
 (Mc 10, 13-16)

El Reino de Dios es para los que tienen el corazón puro, para los frágiles y necesitados.

El Reino no se arrebata como un guerrero, sino que se acoge como un niño.

Los niños no tenían importancia en la sociedad. Eran inmaduros, dependientes, necesitados, traviesos y molestos. Jesús los pone como ejemplo de sencillez, confianza, abandono, transparencia. Es la invitación a vivir como niños, la que nos acerca a Él.

Vuelve a dibujar la sonrisa de la infancia, y la transparencia en la mirada, para ser llamado Hijo de la Luz.


Volver una y otra vez a la infancia, al sentirnos niños. Despojarnos de la seguridad que nos da la experiencia. Activar el asombro, la ilusión, la sorpresa. Vivir con inocencia la relación con los demás. Creer en la bondad del otro. Convertir la vida en un apasionante viaje que recorremos con los ojos bien abiertos. Esa es la invitación que nos hace Jesús.

Las cosas bellas empiezan a nacer en el corazón de un niño. El don de Jesús se convierte en ellos en una fuente de gracia para todos. Acércate a los pequeños, míralos con cariño. Poco a poco te descubrirás tu propio rostro.

Ando buscando tu rostro, Señor. Y Tú te escondes en los pequeños. Enséñame a recorrer los caminos de la infancia confiadamente

 

 

En estos días de guerra, de víctimas inocentes... al escuchar este Evangelio escuchamos también el llanto de los niños ucranianos, el grito de sus madres, el silencio atronador del miedo de ambos

Quiero correr hacia Ti con absoluta confianza y acurrucarme en tu corazón, como un niño, que busca a su madre tras darse un susto. Quiero mirarte a los ojos amorosos y descansar en paz.

Pidamos al Señor no quedarnos encerrados en nosotros mismos, sino ser capaces de abrirnos a las riquezas del reino de Dios.


 Señor, delante de ti yo quiero ser sólo un pobre,
quiero despojarme, Señor, de mis pretensiones y vanidades;
también, Señor, quiero traspasar mi propia culpa
y entrar a tu casa desnudo,
meterme en tu corazón como un niño.
Quiero mirarte a los ojos suplicándote
confiadamente.
Quiero, Señor, y deseo apoyarme sólo en tu amor,
descansar en tu amor
y llenarme de la alegría de haber hallado tu amor.
Tu amor es la casa que me tienes preparada;
he sentido tu invitación
y entro en ella sin que me avergüence mi pecado;
sólo deseo habitar en tu casa todos los días de mi vida.
Tú nunca me vas a echar,
sólo me pides que crea en tu amor, 
que me atreva a vivir en tu amor,
Que nunca me falten la humildad y la confianza de los niños;
para que el orgullo y los desengaños nunca me separen de ti
y pueda amarte con todo el corazón
y compartir tu amor con los más pequeños. 
Amén.

 

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