Abre mi corazón

 


"Un reino dividido internamente no puede subsistir". 
(Mc 3, 22-23).

La Palabra de Dios pone luz en la oscuridad del corazón, es un faro que alumbra el horizonte de la vida. No siempre es fácil, pero sólo cuando me rindo a su mensaje de amor, de perdón, de misericordia, es cuando encuentro paz en medio de las tormentas.

Cuando se trata de ser luz, de dar aliento y esperanza, hay que estar atento a las necesidades cotidianas. Todo es sencillo y humilde. El amor que ponemos en cada pequeño gesto es lo que hace que se ilumine la vida.

Somos muy dados a echar tierra en nuestro propio tejado, en vez de reconocer diversos dones en los demás... Antes de juzgar, antes de poner piedras a nadie en el camino, mira el bien que hay en su acción.

El respeto a la dignidad del otro, la aceptación de la diferencia, la defensa de la libertad, la atención a las necesidades de los otros... criterios a tener en cuenta antes que las etiquetas maniqueas o los prejuicios a los demás.

Acusan a Jesús de magia, dicen que es enemigo de Dios porque libera al ser humano. Esto es insultar al Espíritu, eso es actuar de mala fe. El Espíritu sopla donde quiere, pero se hace presente donde hay liberación, entrega, creatividad, vida compartida.

Confundir al Espíritu Santo con Belzebú es alejarse de Dios de manera irreparable. El único que puede expulsar demonios es el Espíritu Santo. Todo es perdonable pero negar la acción del Espíritu Santo no. El Espíritu es la vida, y quién se cierra a la vida en sí y en los demás permanece en la muerte. El que tiene al Hijo tiene la vida. La blasfemia contra él no se puede perdonar porque el perdón llega a través de él.

Pidamos hoy a Jesús unos ojos limpios, un espíritu sencillo para acoger su presencia como una hermosa primavera que rejuvenezca nuestro pensar y actuar.

Invoquemos cada día al Espíritu Santo, pidiendo el discernimiento necesario para distinguir -en nosotros, en la Iglesia y en el mundo- la obra del maligno, que acusa, enreda y divide, de la obra del Padre, que -por medio de Jesucristo- perdona, recrea y libera.


 

Jesús, gracias por tu confianza. 
No pretendo grandezas que superen mi capacidad. 
Pero si quieres que mi vida sea reflejo de tu amor… ¡Hágase! 
¡Aquí estoy! ¡
Bendito seas por siempre!

 

Señor, abre mi corazón
a tu palabra y a tu amor.

Estar abierto es, ante todo,
salir de uno mismo.
Romper la coraza del egoísmo
que intenta aprisionarnos
en nuestro propio yo.

Estar abierto es dejar de dar vueltas
alrededor de uno mismo.
Como si ese fuera
el centro del mundo y de la vida.

Estar abierto es no dejarse encerrar
en el círculo de los problemas
del pequeño mundo al que pertenecemos.
Cualquiera que sea su importancia,
la humanidad es más grande.
Y es a ella a quien debemos servir.

Estar abierto no es devorar kilómetros,
atravesar los mares
o alcanzar velocidades supersónicas.
Es ante todo
acoger a los otros,
descubrirnos, ir a su encuentro.
escuchar nuevas ideas,
incluso a las que se oponen a las nuestras.
Es tener el aire de un buen caminante.

Señor, abre mi corazón
a tus hijos, mis hermanos,
a tu palabra y a tu amor.


 

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