Un corazón nuevo

 

 


“¡Ay de vosotros, fariseos! 
¡Ay de vosotros también, 
maestros de la ley!”  
(Lc 11, 42-46).

El fariseo es un gran cumplidor. En sus normas olvida la misericordia y la compasión. Pagan, pero ignoran el derecho y el amor. Buscan reconocimiento y prestigio. Pura apariencia. Un peligro que cuidar. Lo importante no es lo que se muestra, sino lo que se es

La aplicación de la norma tiene que tener dos miradas. Una al que la aplica, haciendo que el precepto también le afecte a él, también debe cumplirlo. La segunda mirada es al hermano y las circunstancias que le rodean, que le afectan, que le condicionan. 

Ni dogmas y Ley sin amor.

Jesús tuvo palabras muy duras contra los hipócritas, las personas con doble cara y de juicio fácil con los demás. Lo peor de todo es descubrirse en ocasiones entre esas personas.

Hacer la vida más fácil a los demás, sin imponer más cargas y aliviando el peso de las que se cargan.

La fe en ningún caso es una carga, ni un privilegio para unos cuantos, la fe genuina lleva al hombre a saber discernir lo que tiene que hacer en cada momento desde la libertad de los hijos de Dios.

Lo que necesitamos son actitudes “de misericordia”.
La misericordia “valora siempre al otro”.
La misericordia “comprende siempre al otro”.
La misericordia “ama siempre al otro”.
La misericordia “perdona siempre al otro”.

La misericordia “no excluye”.
La misericordia “incluye”, “acoge”.

La misericordia “no levanta muros”.
La misericordia “construye siempre puentes”.
La misericordia “no cierra puertas”.
La misericordia “abre siempre las puertas”.
La misericordia “no acusa ni condena”.
La misericordia “comprende y perdona”.

En la Iglesia y en la sociedad, siempre encontraremos buenos y malos. Pero no olvidemos la gran verdad del Evangelio: Ni el malo es tan malo que no pueda ser bueno. Ni el bueno es tan bueno cuando “excluye”, “cuando marca diferencias”, “cuando divide”.

“Quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos” […]
Esta palabra de Dios nos ha llegado, a través de los Evangelios, como una de las síntesis de todo el mensaje cristiano: la verdadera religión consiste en el amor a Dios y al prójimo. Esto es lo que da valor al culto y a la práctica de los preceptos”. (Benedicto XVI)

¡Ay de nosotros los buenos, si condenamos!
¡Ay de nosotros los buenos, si no amamos a todos!
¡Ay de nosotros los buenos, si no acogemos
y abrazamos a los malos!

Señor, dame un corazón como el tuyo donde entren todos.
Señor, dame un corazón como tuyo que ame a todos.
Señor, dame un corazón como el tuyo que una, acoja y no divida.

Que el Señor nos bendiga hoy a todos.


 

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