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Nuestra misión

 


"Anda, haz tú lo mismo" 
(Lc 10,25-37)

Descubrir el dolor del otro, inclinarse para cargar su pena sobre nuestros hombros, arriesgarse a amar, comprometerse hasta aliviar su sufrimiento... "Anda, haz tú lo mismo" nos dice hoy Jesús

"Al prójimo herido no lo escogemos nosotros. Se nos mete en nuestra vida. Lo encontramos en el enfermo, en el explotado, en el que sufre, en quien no cuenta en la sociedad. Corremos el riesgo de dar rodeos. A veces buscamos al prójimo lejano, y olvidamos al que tenemos cerca".

"Detenernos en quien encontramos en el camino por sorpresa y de inmediato, en quien cambia nuestros planes. Que no se nos llene la boca con grandes palabras: paz, solidaridad, compromiso, compartir… mientras el abandonado en el camino necesita ser visto, cercanía y curación".

Una de las claves de la felicidad es la compasión: pararse y vivir con el otro aquello que le ha dejado en el camino. Ni pasar de largo, ni justificar nuestra indiferencia, ni dejar tres monedas y mucha pena. Para ser feliz... darse al prójimo.

El prójimo no es alguien ajeno, distinto o teórico. El otro es el rostro donde me descubro, donde me miro, donde me amo. Es hermano, es necesitado, es doliente, es humano. Es la invitación a salir de mi, buscarlo, atenderlo y compadecer con él.


Hoy celebramos la fiesta de san Francisco de Asís. Todavía hoy su testimonio continúa haciendo que muchos corazones se conmuevan y vayan hacia el Señor. En su vida se manifiesta la preferencia de Dios por los pobres y pequeños. Hagamos de la humildad nuestra forma de vida donde aprendamos a mirarnos con el deseo de hacer el mayor bien posible. Señor, haznos  instrumentos de tu paz.

Señor, a ti no te escandalizan mis pecados, ni pasas de largo o te desentiendes de mí cuando me encuentras caído en el camino de la vida. Al contrario, te detienes a mi lado, sin prisa, para curar mis heridas con el vino y el aceite de tu amor.

Dios de ternura y de piedad,  que te inclinas sobre nuestra pobreza y cuidas de nosotros, que somos tus hijos. Reconocemos tu amor y tu misericordia, que podamos por tu gracia ser hombres de corazón, consagrados a la caridad. Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra necesaria ante todo dolor y sufrimiento. Que ella sea hoy nuestra misión, nuestra tarea y nuestra felicidad.


 

 

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