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Merece la pena

 

Es imposible para los hombres, no para Dios” 
(Mc10,17-30)

La vida eterna no es una conquista. No se hereda. No es una posesión. No se alcanza por nuestros méritos ni esfuerzos. Se logra dejándose mirar por Jesús. Acogiendo su amor. Renunciando a bienes, egoísmos y poder. Siguiendo al Maestro sin leyes ni certezas.

Es fundamental entender la fe, el seguimiento, como una relación personal en libertad, una relación de amor y amistad: Sígueme.

Nuestra fe implica un compromiso personal. No olvidemos que hemos de ser testigos de Cristo. ¡Deja lo accesorio a un lado y camina por el camino auténtico hacia la Verdad!

La salvación es un regalo de Dios, nuestra vida una respuesta de amor y amistad con Él en la vida cotidiana, dándonos al prójimo.

Por cada uno que pones, dice Dios yo pongo cien.

Merece, entonces, la pena apostar fuerte por Él. Merece la pena, y la alegría. Sobre todo, la alegría.


 

-Gracias, Jesús, porque nos miras con cariño y llenas nuestra vida de alegría y confianza.

-Gracias, Jesús, porque nos enseñas que es más importante ser buenas personas que tener muchas cosas.

-Gracias, Jesús, porque aunque dejemos cosas, tú eres nuestro tesoro, lo más importante.

-Gracias, Jesús, porque quisiste que tu madre, María, fuera también la nuestra.

-Gracias, Jesús por el regalo de tu amistad incondicional.

-Gracias, Jesús, por los misioneros a los que en octubre siempre recordamos.

-Jesús, quiero seguirte siempre, que no me cargue de piedras, que no me apegue a nada, dame sólo alas para amar a todos.

 

 


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