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Dejemos 'las camillas'

 


(Mt 9,1-8)


A menudo no entendemos lo que Dios nos pide en la vida cuando pasamos por situaciones extremas que nos marcan. Necesitamos confianza, seguir creyendo incluso cuando no vemos a dónde el Señor nos conduce. Caminar con la certeza de que nos ama y que su voluntad es nuestra plenitud

Renacemos cuando nos sentimos perdonados. Cuando nos desembarazamos de la pesada culpa. Cuando soltamos el lastre que nos impide caminar ligeros, libres, alegres, confiados. Con Jesús siempre hay una oportunidad para dejar atrás lo viejo, lo caduco y empezar con un espíritu nuevo

Jesús ha venido de parte de Dios a reconciliarnos, a anunciarnos el perdón y la vida en Dios. No hay pecado que no sea perdonable porque no hay situación de la que la persona no pueda salir

No puede ser que el perdón nos humille, el perdón nos da dignidad. Rompemos los miedos. Dejemos 'las camillas' que nos tienen atrapados y pongámonos a anunciar, a buscar. Levantamos la cabeza y miramos alrededor con la dignidad de hijos de Dios.

El paralítico está postrado, pero su fe lo pone en movimiento. Jesús le perdona los pecados. Los escribas lo critican. Y él va más allá: lo pone en pie. Lo levanta de la opresión. Le pide recoger la camilla de su historia. Lo reconcilia consigo mismo.

Nosotros cargamos con nuestras camillas el día que decidimos entregarnos a los demás. Cuando lo único que nos importe es dar gloria a Dios.


 

 

¡Qué alegría!

JESUCRISTO:
¡Qué alegría!
saber que estás de mi parte,
haga lo que haga,
Jesucristo, por tu amor.

¡Qué alegría!
sentir que me aceptas como soy,
y que no necesitas que me justifique,
Jesucristo, por tu amor.

¡Qué alegría!
comprobar tu fidelidad inagotable,
inamovible como la Roca,
Jesucristo, por tu amor.

¡Qué alegría! poder decirte “Te quiero”,
y tú creértelo a pesar de todo,
Jesucristo, por tu amor.

¡Qué alegría!
hacer contigo de la vida una historia de amor,
hecha de holas y adioses,
por tu amor.

¡Qué alegría!
descubrir que otros te aman y que Tú les amas,
y saber que sus amores,
como el mío te son imprescindibles,
Jesucristo, por tu amor.

¡Qué alegría!
poder regalarte algo
de todo lo que tú me has dado antes,
Jesucristo, por tu amor.

¡Qué alegría!
tenerlo todo en Ti,
no teniendo yo nada,
Jesucristo, por tu amor.

¡Qué alegría me da Señor,
que me quieras tanto!
Jesucristo, por tu amor.

Padre José María Garbayo


 

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