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Conocer a Jesús

 


“No desprecian... “ 
(Mc 6,1-6)

El profeta es un hombre incómodo, a veces es un desafío que Dios lanza al pueblo. El profeta es Dios que impone su estilo y su "paso" al hombre, obligándolo a "romper" su propio paso; por tanto, el profeta es la novedad de Dios, lo inesperado, el cambio.

La gente de Nazaret primero escucha y se queda asombrada; luego se pregunta perpleja: "¿De dónde saca todo eso?¿Qué sabiduría es esa q le ha sido dada?, y finalmente se escandaliza, reconociendo en él al carpintero, el hijo de María a quien vieron crecer.

Cuando pensamos que ya conocemos a Jesús corremos el riesgo de no conocerlo nunca.


"Les resultaba escandaloso".
Cuando la realidad no se acomoda a mis parámetros, normalmente la culpo de ser negativa y tóxica. Cuando las personas actúan y se expresan de manera diferente a la mía, me generan rechazo o sospecha. El problema no es la realidad o la diversidad. El problema lo tengo yo y mi forma cuadriculada de vivir y de pensar. A Jesús le dijeron de todo: loco, borracho, amigo de prostitutas, endemoniado, y escandalizaba, porque nunca dejó de amar y de acoger.

Le conocemos desde niños, hemos oído hablar de Él muchas veces... pero le cuesta llegar a nuestro corazón para que pueda hacer 'milagros en nosotros' El milagro es muy sencillo: el cambio de vida, la transformación del corazón.

Para captar el misterio de la persona de Jesús, debemos abrirnos al Jesús real y no reducirlo al retrato que nos hicimos de Él. El poder de Jesús queda atado y su palabra se vuelve ineficaz cuando no encuentra una escucha atenta, una disponibilidad a la fe.


Nadie dijo que Evangelizar fuera a ser una tarea fácil, y son muchas las dificultades. La más seria… nuestra falta de fe. Pidamos al Señor no caer en el desánimo, una convicción profunda, una fe vigorosa.

 
 
 
 
 
 
En Nazaret tu gente de siempre no te supo reconocer.
Que no me pase a mí lo mismo
Quiero verte en la cola del supermercado,
en los bares tomando café,
en el semáforo que me detiene junto a otros viandantes,
en los niños que juegan en el parque,
en los ancianos sentados en los bancos de la plaza,
en los enamorados que se abrazan,
en los que tienden su mano pidiendo una ayuda...
Señor, haz en mí un solo milagro:
Ilumíname, Señor, para que pueda advertirte
en lo cotidiano, en lo de todos los días,
en todo lo humano,
en el Nazaret en que me ha tocado vivir.

@ferminnegre.










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