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Una buena noticia.

 


«No es Dios de muertos, sino de vivos»                          (Mc12, 18-27)

No creemos en un Dios que sea recuerdo de lo que hizo, y de las historias que nos contaron. Es un Dios presente entre nosotros, que se encarnó y nos mostró la gran misericordia del Padre en la que nos unimos a Él.

La esperanza de la vida futura nos ayuda a mirar justamente, y con verdad el presente, ayudándonos a asumir nuestra condición de peregrinos en el mundo

Dios no nos condena a la muerte ni al castigo, sino que nos regala vida en abundancia. Y su Iglesia no puede estar formada por personas de mente y corazón muertos, sino vivos y despiertos. El Evangelio es una Buena Noticia que alegra y activa las vidas. No una letra que mata, carga pesada, incapaz de restaurar las ganas de vivir.

Dios de vivos. La vida es lugar de encuentro, proyecto de amistad y espacio para la adoración y el sentido. No busquemos a Dios en el final de los tiempos, busquémosle en el tiempo que tiene final cada momento. Dios te hace presente hoy, ahora y aquí.


 

Creo en Dios, fuente inagotable de vida
comunidad que vive y nos llama a vivir
en comunión infinita de amor.
Creo en Dios que, con amor de Padre y Madre,
engendra y da luz a este mundo,
lo amamanta, lo protege, lo educa y lo renueva constantemente.

Creo en Jesús de Nazareth, el primero de los últimos,

el último de los primeros,

expresión plena de la humanidad de Dios.

Creo en el Espíritu Santo, matriz ecuménica,
presente donde quiera que la vida está fluyendo.
Creo en el ser humano como proyecto inacabado de Dios,
pero predestinado a convertirse en su verdadera imagen y semejanza.

Creo que la historia es el registro,

de la relación dialógica entre Dios y los seres humanos;
un diálogo plenamente libre y totalmente abierto al futuro.

Creo en el reino de Dios

como realidad plenificante aunque todavía no plena,
y como utopía que alimenta nuestra esperanza
y moviliza y orienta nuestra práctica de fe.
Creo en la iglesia como pregón de ese reino.
Creo en ella como avanzada del Pueblo de Dios,
llamada, como “sal de la tierra” y “luz del mundo”,
a darle sabor y sentido a la existencia de éste.
Creo en la vida después de la muerte,
como el reencuentro gozoso de todas las criaturas con el Creador,
en la fiesta final y eterna del Universo.
En eso creo. Amén.

Ary Fernández Albán.


 

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