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¿A quién sirves tú?

 


« ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea. ¿De quién es esta imagen y esta inscripción?». 

(Mc 12, 13-17).


«Ninguno puede servir a dos señores, porque amando a uno desprecia al otro» (Mt 6,24)
¿A quién sirves tú?

«Lo que es del Cesar pagádselo al Cesar, y lo que es de Dios a Dios»
¿Comprendes?
Siempre que deposites en un poder humano tu fe, tus esperanzas, tu libertad, ¡tu corazón!, quedarás defraudado.
No des al César lo de Dios

Como católicos vivimos en el mundo y no podemos evitar nuestras responsabilidades.
Las mismas que nos hacen elevar la voz ante las injusticias del Cesar que se aprovecha de nuestros impuestos para hacer el mal.

Un cristiano debe ser: por una parte, ciudadano pleno, comprometido en los varios niveles de la vida humana y social, pero también un hombre de fe en cuya escala de valores, sobre todo en casos de conflicto, da preeminencia a «las cosas de Dios».

Lo que renueva a la persona es el amor, porque vivir sin amor no es vida. Para quien quiere mejorar su calidad de vida, no hay mejor receta que mejorar la calidad de su amor. Por eso, la obra del Espíritu consiste en encender en el corazón de los orantes el fuego del amor.


De Dios es la vida, el regalo de cada día nuevo, los hermanos que nos acompañan en ella, la historia que vamos construyendo. 
¿Qué puedo darle a Dios?
Una vida llena y plena, desgastada para servir al mejor de los regalos que me ha dado, los hermanos.

Lo tuyo, Señor, es de todos. ¿Será mi vida también un regalo para todos?

Señor, haz que sepamos discernir y no juzgar antes de tiempo. 

Ayúdanos a vivir según el Espíritu y actuar según el Espíritu


 

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