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Inclino mi corazón a tu ley de amor




«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud» (Mt 5, 17-19)

Toda la Escritura está mirando a Jesucristo, donde encuentran su cumplimiento las promesas hechas a Adán y Eva, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, David… Acerquémonos a la Palabra de Dios con humildad, para que también se haga vida en nosotros.
Las buenas noticias no se guardan en un cofre: se comparten. Haz tú lo mismo: contagia el amor de Dios
La plenitud de la ley es la persona. La ley muerta es la ley de libro y papel, de precepto y norma, de literalidad y cumplimiento sin preguntas. La ley adquiere plenitud cuando la llenamos del amor al otro.
Vivir la plenitud es trascender los límites que impone el mundo, las exigencias de la sociedad, las aspiraciones de nuestro egoísmo. Mirar la meta contemplando con serenidad y gozo el camino. Poner los ojos en Dios y dejarnos llevar de su mano.
Solo una ley, la del amor, solo una plenitud, vivirlo.
«El sitio más seguro para dar un beso a Dios es la mejilla del prójimo»
Dios inicia en nosotros la obra buena, pero también la lleva a plenitud con su gracia

Inclino mi corazón a tu ley de amor


Señor tu palabra es la verdad,
y tu ley es camino de libertad.
Gracias por tu único mandamiento,
que todo lo plenifica porque es amor.
Sabemos que aunque
ardamos de amor hasta morir,
aún no habremos amado lo suficiente,
nunca amamos bastante,
y nuestro amor necesita ser purificado.
Danos un corazón puro y sencillo,
para que, con tu hijo Jesús
vivamos de tu palabra y alcancemos
el gozo de crear un mundo más feliz.



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