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Da testimonio




«Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, 
porque de mí escribió él»
(Jn 5, 31-47)

“¡Anunciar a Jesucristo con la propia vida! La fe se predica antes con el testimonio y después con la palabra. Lentamente”. (Papa Francisco)

Sigue el discurso de Jesús con los judíos.
Un discurso en el que Jesús busca ser reconocido como el Hijo del Padre.
Y parece chocar contra la roca de los intereses de los jefes que se niegan a aceptarlo.

No nos engañemos: podemos ser muy religiosos pero muy poco creyentes, muy devotos, pero muy poco cristianos.
No nos salvan las ideas, ni los sentimientos –y mucho menos las ideologías–.
Nos salva Jesucristo, muerto y resucitado.
Si aceptas a Jesús en tu vida, deja que tus actos hablen por ti.
Da testimonio del amor de Dios a los demás.

Nuestro testimonio será convincente si... le amamos, si su Palabra es para nosotros guía, si nuestras obras y gestos se parecen a las suyas, si existe una relación íntima con Él, si ocupa el centro de nuestro corazón.

En la situación dramática que estamos sufriendo, que seamos testigos de Jesús en nuestra vida, para que así con nuestras obras, palabras, gestos y miradas podamos contribuir a la creación de un mundo mejor.


El Dios en quien yo creo 
es quien me da motivos para dar cada paso.
El Dios que me susurra, que aún no he terminado
que me falta un poema, una canción acaso,
que me falta quizás una sonrisa firme,
una mano dispuesta y una palabra amable.

Que me falta aún perdonar una ofensa
recorrer otra milla y compartir mi manta.
Que aún me falta crear, inventar otros mundos,
más sencillos tal vez, más nobles y sinceros.

El Dios en quien yo creo me crea y nos recrea
y también nos inventa de nuevo cada día
y siente y se estremece con el dolor del pueblo
y canta y gime y grita en mil voces hermanas,
acaso desterradas al borde del camino. 


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