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Conoces hasta el fondo de mi alma




«Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lc 18, 9-14)

El fariseo le exige a Dios respuesta a lo mucho que él vale, el publicano confía en Dios, en su misericordia, sabe que todo lo que reciba es un regalo de Dios. El fariseo pide a Dios privilegio, el publicano pide compasión...
La oración del fariseo –autocomplaciente, orgullosa y llena de prejuicios– se pierde en su misma auto-referencialidad. La oración del publicano, que se sabe pecador e indigno y que implora humildemente la misericordia de Dios sobre sus pecados, es escuchada.
El cimiento de la oración va fundado en la humildad, y mientras más se abaja un alma en la oración, más la sube Dios (Santa Teresa de Jesús)
La forma en que miramos dice qué es lo importante para nosotros. Mirarnos el interior justificando lo buenos que somos, comparándonos con quien no hace lo que nosotros. O no ser capaces ni de levantar la mirada porque reconocemos quienes somos.



Dios y Padre nuestro,

en tu amor vivimos
nos movemos y somos.
Que pueda aceptarme como soy,
ya que Tú me amas
y me aceptas tal cual soy.
Que no me quede en falsas apariencias
que entorpecen mi camino hacia ti.
Que el personaje que soy a veces
no ahogue la persona que hay en mí.
Que mi orgullo no se interponga
y deje lejos tu amor,
que hace misericordia, perdona y salva.
Que no me pierda en la noche,
que no me pierda en el ruido.

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