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Un don de Dios



“Todo es posible al que tiene fe” 
(Mc 9,14-29). 

Duda y fe van juntas. Tener dudas forma parte de la vida del creyente.
La fe es relación y respuesta, don y tarea, confianza y espera... Dios está, es y ama. Sus tiempos y detalles son suyos, sus gestos y momentos nos sorprenden.
Vivir desde la fe es reconocer que no tenemos suficiente para dejarnos hacer, y hay que pedirla ; y descubrir que el Misterio nos envuelve, nos abraza, nos atrae y nos atrapa.
La fe es capaz de mover montañas, las montañas del dolor, es capaz de arrebatar el milagro a Cristo, como la hemorroisa, la fe es el faro que nos muestra el camino.
Por eso debemos pedir siempre: “Creo, Señor, pero ayuda mi falta de fe”.
Dios no puede hacer nada si no tenemos fe.
La falta de fe como que le ata las manos a Dios.
Pareciera que Dios no actúa desde sus poderes.
Dios actúa en nosotros desde nuestra fe en él.
Es la fe la que hace milagros.
Es la fe la que abre el camino a Dios.
Es la fe la que hace posible desarrollar sus poderes divinos.
No es cuestión de saber si Dios puede sanarle o no.
Es cuestión de fe.
Porque para quien cree no hay imposibles.

La fe es un don de Dios.
Una fe que el mismo Jesús dirá necesita también de la oración.
Porque la oración expresa nuestra fe.
Pero también aumenta nuestra fe.
O mejor es ahí donde Dios ayuda nuestra fe.
Mediante la oración permitimos a Dios actuar en nuestro corazón, destruyendo el poder del mal, que nos paraliza y que nos incapacita para amar.

Creemos en Dios Padre, de infinita sabiduría poder y amor, que expresa su misericordia en todas sus obras y que quiere siempre el bien de sus hijos.
Creemos en Jesucristo, Hijo de Dios, nacido de mujer, don de la inagotable gracia del Padre, fundamento de nuestra esperanza y promesa de nuestra liberación del pecado y de la muerte.
Creemos en el Espíritu Santo, la presencia divina en nuestras vidas, por el cual conocemos la verdad de Cristo y hallamos fortaleza y auxilio en tiempo de necesidad.
Creemos que esta fe debe manifestarse en servicio, movida por el amor, siguiendo el ejemplo de nuestro bendito Señor, de manera que el Reino de Dios se haga realidad en la tierra.




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