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Tan cerca




"No desprecian a un profeta 
más que en su tierra" 
(Mc 6,1-6)

Los prejuicios crean barreras que nos impiden conocer de verdad al otro y conectar con él. No siempre las personas son lo que parecen. Todos llevamos dentro riquezas que no se pueden ver si nos dejamos llevar por apariencias. Quien mantiene abierto el corazón, descubre tesoros.
El Dios todopoderoso "no pudo" hacer allí milagros.
La gracia y el amor de Dios no dependen del hombre, desde luego. Pero si el corazón no se abre a la acogida del misterio, no se obra el prodigio. No culpo a Dios de no ver milagros, culpo a los ojos que no quieren ver.
Están lejos aunque le conocen desde siempre. ¿Nos estará pasando lo mismo a nosotros? Siempre con Él entre manos, conocemos su Palabra, explicamos mil cosas de Él, ponemos normas que decimos que son suyas... Y nos cuesta creer, tenemos dudas.
La incredulidad que denuncia Jesús puede tener tantas facetas. Y una de ellas consiste en agarrarse a una imagen prefabricada de Dios que no deja espacio a la fe en el Dios desconcertante que se nos revela.
No despreciemos el lugar privilegiado de la manifestación de Dios. No perdamos las profecías, tan necesarias, que nos llegan de las presencias cotidianas
Pidamos cada día el don del discernimiento, para ser capaces de reconocer la presencia salvadora del Señor a nuestro lado, en los acontecimientos cotidianos de nuestra vida.


Creo que estás en lo más profundo de mi ser. Habla, Señor, que tu siervo escucha.
Habla, di la palabra creadora, la que hace lo que dice, la que creó el mundo, la que se encarnó y lo salvó.
Esa misma palabra que habita en el fondo de mi alma, tan silenciosa porque yo no soy digno de oírla, pero que quiere hablarme.
Quiero oírte, Señor, Palabra que fuiste desde el principio, por quien fueron hechas todas las cosas.

Di esa palabra, hazte sentir, que tu siervo escucha. Quiere oírte.
Esa palabra llena de espíritu que espira un amor personal, un amor que transforma el corazón pues es infinito; y de corazones de piedra como el mío, sabe hacer corazones de carne, corazones que arden, como los de Ignacio, Javier, Teresa…
El mundo de hoy necesita de esos corazones, necesita de amor. Habla, Señor.


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