A la manera de Dios




“Amad a vuestros enemigos”
(Mt 5,38-48)

Acompañar es dejar de lo tuyo para que el otro ocupe un poco o un mucho de tu tiempo, proyecto, tarea... El otro marca los pasos, te necesita a su lado para ser lo que es, te pide prestados tus ojos o tus palabras para que sumen a las suyas.

Siempre me ha impresionado la expresión de Jesús en la cruz: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".
El perdón es manifestación de amor, y el perdón al enemigo es el amor llevado hasta el extremo, a la misericordia infinita. El amor solo sabe amar. Perdona el amor.

Alejarnos de todo juicio, y por supuesto, de toda condena. Comprender, abrazar y acoger. Rezar por quien hace daño, por quien todavía está a oscuras. El mal sólo se vence a fuerza de bien. La misericordia ve el bien escondido en cada persona. Ama, espera y confía.
La caridad, el perdón, la comprensión, la generosidad sin límites forman parte de nuestro “A B C” como cristianos. Sí... ya sabemos que cuesta. ¡Inténtalo!
En la medida en que haya cristianos que sean de verdad testigos de esta manera nueva de vivir amando, el mundo acabará abriendo los ojos y comprendiendo que no está todo perdido, que este laberinto tiene aún salida.


¡Enséñanos a orar al Padre! (fragmento)
Señor de la Vida,
enséñanos a orar al Padre.

Enséñanos a llamarlo Papá,
como tú lo hacías.
Haznos sentir su cariño cercano,
muéstranos
su rostro misericordioso
y ayúdanos a escuchar su voz
que nos invita a vivir para dar vida
y construir el Reino en la tierra.
Que aprendamos a pedir perdón
por nuestras faltas,
y que aprendamos a aceptarlo
de los que pudieran ofendernos.
Arranca de raíz
nuestros prejuicios,
y la dureza del corazón
poco dispuesto a perdonar.
Empápanos de la humildad
del que se sabe en camino
y con posibilidad de equivocarse.

Que nuestra oración
no pierda la esperanza, Señor.
Que sea motor de nuestra utopía
y el lazo que nos una
a tus anhelos de Justicia,
Libertad, Paz y Vida.

Enséñanos a aprender
de la oración de los demás.
En especial
de los más pequeños y humildes.
Contagia el exceso de palabras
del silencio confiado del pobre,
tan lleno de tu sabiduría.

Muéstranos el rostro del Padre,
Jesús amigo, compañero,
amplifica su voz en nosotros,
y ayúdanos a hacer silencio
para escucharle.

Marcelo A. Murúa

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