La semilla




“A vosotros se os han comunicado 
los secretos del reino de Dios...”  
(Marcos 4,1-20)

Para que seamos capaces de mirar a lo profundo, de entender, de dejar que Tú conviertas nuestro corazón, de dejarnos alcanzar por tu misericordia... ¿soy consciente de haber recibido este gran tesoro?

Señor Dios,
dueño del huerto de mi alma:
que nunca me falte el agua de tu gracia,
Sin ella no pueden germinar las semillas que has plantado en mí.
Ayúdame a perseverar en el cultivo de la oración y el servicio.
Que mis manos se abran, como las tuyas, para repartir los frutos.

Señor, no permitas que en mi vida se vaya ahogando la semilla de la fe, concédeme descubrir cuáles son esas piedras, esos espinos que la impiden crecer, haz que me deshaga de todo lo que seca la tierra de mi alma y me impide dar frutos de oración, de apostolado, de caridad.

Que nunca la amargura sea en mi vida más fuerte que el amor
Que nunca ahoguen los fracasos mis ansias de seguir siempre tu voz.
Que nunca busque recompensa al dar mi mano o pedir perdón.

Pon, Señor, una fuente de alegría, de esperanza, de amor puro en el desierto de mi corazón.



Que la semilla de tu Palabra crezca en mí.
Que mi vida sea tierra fértil que ayude a dar fruto.

Aprendamos de la Virgen María a acoger la Palabra de Dios.
Ella es la "tierra buena" donde la semilla ha dado el ciento por uno.
Ella es la imagen perfecta de la nueva creación, la plenitud de la acción del Espíritu de Dios en sus criaturas.

Madre llévame hasta el mar de la inmensidad de tu Hijo.
Hazme dócil.
Transforma la infertilidad de mi vida en tierra fértil, buena, que acoja  la Palabra y se haga carne en mí.

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