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El camino que nos conduce a la vida verdadera




«Yo soy el camino 
y la verdad y la vida. 
Nadie va al Padre sino por mí» 
(Jn14,6)

No morimos cuando dejamos de vivir, sino cuando dejamos de amar.
Es el amor la llave que abre las puertas del Cielo

"La misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión".
La muerte no es el final, sino un nuevo comienzo.
Una puerta hacia el abrazo del Padre.
El dolor de la ausencia física da paso a la serenidad y la esperanza, la experiencia de comunión y otra forma de presencia.

Por quienes nos precedieron. 
Nos regalaron vida, sabiduría, momentos inolvidables.
Quienes nos fortalecieron, nos escucharon, y creyeron.
Quienes no pueden morir, porque dejaron una huella profunda en quienes somos hoy-
Gracias por todos los que me precedieron en el camino de la vida y han dejado su huella en mí. Gracias por aquellos con quienes compartí un tramo del viaje, y como peregrinos, han llegado ya a la meta que a todos nos aguarda.
Que compartan con Cristo la gloria de la resurrección.

Méteme, Padre eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar.
(Epitafio de Miguel de Unamuno)


Dios, Nuestro Creador y Redentor,
con tu poder Cristo conquistó la muerte
y volvió a Ti glorioso.
Que todos tus hijos que nos han precedido
en la fe (especialmente N…) participen
de su victoria.

En esta vida Tú les demostraste tu gran amor;
y ahora que ya están libres de toda preocupación,
concédeles la felicidad y la paz eterna.
Su vida terrena ha terminado ya;
recíbelos ahora en el paraíso,
en donde ya no habrá dolores, ni lágrimas ni penas,
sino únicamente paz y alegría con Jesús, tu Hijo,
y con el Espíritu Santo para siempre.
Dales, Señor, el descanso eterno.
Brille para ellos la luz perpetua.
Descansen en paz.
Amén.

María, Madre de Dios, y Madre de misericordia,
ruega por nosotros y por todos los que han muerto
en el regazo del Señor.
Amén.

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