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Bien por mal




Tomó la decisión de ir a Jerusalén
Lc 9, 51-56

Tú dices: Es imposible. 
Dios dice: Todo es posible (Lc 18, 27).
Tú dices: Estoy demasiado cansado. 
Dios dice: Yo te daré descanso (Mt 11, 28-30).
Tú dices En realidad nadie me quiere. 
Dios dice: Yo te amo (Jn 13, 34).
Tú dices: No puedo seguir adelante. 
Dios dice: Te basta mi gracia (2Co 12, 9; Sal 90, 15).
Tú dices: No sé lo que va a pasar. 
Dios dice: Yo dirigiré tus pasos (Prov 3, 5-6).
Tú dices: No puedo con eso. 
Dios dice: Todo lo puedes con mi ayuda (Flp 4, 3).
Tú dices: Tengo miedo. 
Dios dice: No te he dado un espíritu de temor (2Tim 1, 7).
Tú dices Estoy siempre preocupado y frustrado. 
Dios dice: Deja todas tus preocupaciones a mi cuidado (1P 5, 7).

Su regalo es la salvación, no quiere que nadie se pierda, que nadie se aleje, que nadie sea privado de la salvación.
Este es nuestro Dios, no otro.
El Dios de Jesucristo.

¿Cuándo aprenderemos a devolver bien por mal?

Quienes nos decimos cristianos deberíamos tener una clara tendencia  a devolver bien por mal siempre que sea posible, sin preocuparnos de si dará o no frutos ni de si, en caso de haberlos, seremos nosotros quienes los recogeremos.
Deberíamos, simplemente, tratar de pasar por la vida haciendo el bien sin esperar nada a cambio, despreocupándonos del resto.


El Espíritu Santo nos conduce al encuentro del otro, no para juzgarlo ni condenarlo, sino para hacer visible el amor de Dios, buscando su bien y su salvación.

Pidamos a Nuestro Señor Jesucristo quienes nos decimos sus seguidores que jamás impongamos su Evangelio con imposición y arrogancia y sí con amor, humildad y testimonio, porque así llega mejor su Buena Nueva al resto del mundo.

Hoy es la fiesta de santa Teresa de Lisieux, patrona de las misiones.
Cada día, como decía ella, recorrer "el camino de la confianza y entrega absoluta" y "hacer de lo ordinario algo extraordinario".


Dios está en todas partes, en toda situación y toda persona y en los sencillos detalles de la vida.
Santa Teresita del niño Jesús, con su "caminito" nos enseña que no son necesarios hechos heroicos, sino hacer las cosas habituales de la vida con extraordinario amor.

“Lo que agrada a Dios en mi pequeña alma, es que ame mi pequeñez y mi pobreza.
Es la esperanza ciega que tengo en su misericordia” (Sta Teresa de Lisieux).

"Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor.
 Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que Tú me has señalado, Dios mío... ¡Yo seré el amor!" (Sta Teresa de Lisieux).



DOMUND, Bautizados y enviados

Padre nuestro, 
tu Hijo Unigénito Jesucristo resucitado de entre los muertos encomendó a sus discípulos el mandato de "id y haced discípulos a todas las gentes". 
Tú nos recuerdas que a través de nuestro bautismo somos partícipes de la misión de la Iglesia. 
Por los dones de tu Santo Espíritu, concédenos la gracia de ser testigos del Evangelio, valientes y tenaces, para que la misión encomendada a la Iglesia, que aún está lejos de ser completada, pueda encontrar manifestaciones nuevas y eficaces que traigan vida y luz al mundo. 
Ayúdanos a hacer que todos los pueblos puedan experimentar el amor salvífico y la misericordia de Jesucristo, Él que es Dios y vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén



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