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Vino nuevo




A vino nuevo, odres nuevos 
(Lc 5, 33-39)

Acoger lo nuevo requiere un corazón nuevo.

Todo encaja, todo cobra sentido.
Cuando partimos desde Él y vamos hacia Él.
¿Cómo ayunar cuando estamos con Él?

Aceptar que somos criaturas, que por nuestras propias fuerzas estamos limitados.
Dejarnos llevar por la sabiduría de Dios, infinitamente mayor que la nuestra.
Dejarnos guiar por la luz del Espíritu, por la llamada que Él pone en nuestros corazones, es lo mejor que podemos hacer.

Dejemos que el Espíritu vaya transformando nuestro corazón y nuestra mente, para poder ser "odres" nuevos, capaces de reconocer, acoger y disfrutar del vino nuevo, un vino que sacia nuestra sed de amor y de felicidad, un vino que sabe a vida eterna.


Jesús resumió toda su doctrina en el amor a Dios y el amor a los hombres. Y si juntó dos preceptos, aparentemente tan distintos, en un único mandamiento es porque ambos están íntimamente relacionados.
Porque, aunque lo primero es amar a Dios, lo cierto es que la forma en la que ese amor mejor se ejercita, la forma en la que mejor se concreta, la forma en la que más fácilmente se hace efectivo, no es a través de cultos, sino amando a sus hijos: cuidando de las personas que van pasando a nuestro lado en el camino de la vida y sabiendo anteponer sus intereses a los nuestros.
Ese es el ayuno que más le gusta a Dios.



Señor, la novedad nos da siempre un poco de miedo,
porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control,
si somos nosotros los que construimos, programamos, planificamos nuestra vida,
según nuestros esquemas, seguridades, gustos....

Y esto nos sucede también contigo.
Con frecuencia te seguimos, te acogemos, pero hasta un cierto punto;
nos resulta difícil abandonarnos a Ti con total confianza,
dejando que el Espíritu Santo anime y guíe nuestra vida, en todas las decisiones;
tenemos miedo a que nos lleves por caminos nuevos
y nos saques de nuestros horizontes, con frecuencia limitados, cerrados, egoístas,
para abrirnos a los tuyos.

Tú eres novedad y haces nuevas a las personas que, con confianza, se dejan tocar por Ti:
Noé, del que todos se ríen, construye un arca y se salva;
Abrahán abandona su tierra, aferrado únicamente a una promesa;
Moisés se enfrenta al poder del faraón y conduce al pueblo a la libertad;
los Apóstoles, de temerosos y encerrados en el cenáculo, salen con valentía para anunciar el Evangelio.

Y nosotros, ¿estamos abiertos a las sorpresas que nos preparas
o nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo?
¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que Tú nos presentas
o nos atrincheramos en estructuras y costumbres caducas,
que han perdido la capacidad darnos y dar al mundo la alegría más grande?
Danos un corazón abierto para acogerte, para abrirnos a tu novedad,
con la seguridad de que Tú nos amas y siempre quieres nuestro bien.


Oración inspirada en una homilía de Francisco (19 de mayo de 2013).







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