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¿Lo entendemos?, ¿lo aceptamos?, ¿lo vivimos?




"Amad a vuestros enemigos, haced el bien 
y orad por los que os persiguen" 
(Mt 5, 43-48)

Él amó y perdonó hasta en la cruz.

Me fiaré de Tu Palabra, de Tu propuesta para amar...
 Me fiaré que sólo así cambiará el mundo.

Pero, ¿cómo ser santo hoy, en mi sociedad?
¿Cómo llegar a Dios en el ambiente en que vivo?
La forma más fácil es imitando al mismo Dios que es amor (1 Jn 4, 8).
Amando como auténtico cristiano a mi prójimo que es el vecino, el compañero de estudios o trabajo.

Una nueva forma de ver al enemigo, que ya no se basa en el odio.
¿Somos capaces o somos demasiado humanos para dar ese paso?
El amor al enemigo caracteriza al discípulo de Jesús, al hombre libre, redimido y transformado por su gracia.

Nosotros “somos hijos del Padre celestial”.
Nosotros “llamados a ser perfectos como el Padre”.
El Padre ha derramado su amor a rebosar en nuestros corazones.
Y Jesús se toma el atrevimiento de decirnos “amaos como yo os he amado”.
Sólo así, con un corazón que se parece al Dios podemos amar a nuestros enemigos.
Y aquí sí que tenemos que decir que:
Somos distintos a todo el resto.
Somos diferentes a los demás.
Es lo que nos hace semejantes a Dios.
No llevamos un pedacito del corazón de Dios.
Llevamos el corazón entero de Dios que se ha transformado en el nuestro.


Damos gracias a Dios por su amor gratuito y fiel,
porque nos ama cuando incluso cuando nos alejamos de Él,
cuando hacemos daño a sus hijos, nuestros hermanos,
porque perdona a los que lo están matando
calienta con el sol de su amor a malos y buenos
y manda la lluvia de su misericordia sobre justos e injustos
Damos gracias por el don de su Espíritu, Espíritu de amor,
y por todas las personas pacíficas y pacificadoras.
Nos empeñamos en apropiarnos de todo
y nos quedamos solo con la frustración.
Queremos programar cada instante
pero la vida se nos escapa de las manos.
Nos gustaría conocerlo todo
y nos descubrimos los más ignorantes.
Soñamos con triunfar en cada proyecto
pero el fracaso nos devuelve a nuestro sitio.
Lo tuyo es dar, darte, sin calcular.
Lo nuestro es recibir, acoger, sin preguntar.
Sólo me conozco al mirarme en Ti.
Eres el manantial del que todo brota,
donde veo la primera luz y empiezo a correr.
Eres el mar, donde todo acaba
hacia allá me dirijo, en Ti quiero descansar.

Javier Montes, sj



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