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Servicio humilde




“Os he dado un ejemplo”
(Jn 13, 1-15)

Celebremos el amor de Dios, manifestado en Jesucristo; un amor que se hace presencia en la Eucaristía y servicio en la entrega a los hermanos.

La vida es una pasión de amor y de amistad que llega hasta la locura de darlo todo.
Jesús no se reserva una sola gota de su sangre.
Y nos regala una comida fraterna y eterna.
Todo acaba en emoción, en servicio y con un beso en nuestros pobres y fatigados pies.

Aquel a quien ni el más grande entre los hombres era digno de desatarle las sandalias, se pone a nuestros pies para lavarlos.
El Señor se hace servidor de todos.
Se queda en el Pan y el Vino, entre la gente sencilla que comparte la mesa fraterna.
 Y sólo nos pide amar y servir.

Cada vez que damos de comer al hambriento, de beber al sediento, que socorremos al enfermo, que acogemos al forastero... cada vez que activamos la compasión y la misericordia, Jesús se hace presente entre nosotros.



El amor no son palabras, son obras y servicio, un servicio humilde y en lo escondido

Me has amado tanto que no has querido estar sólo a mi lado, sino que has querido estar dentro.
Eres el Dios de todo el corazón.
Eres el Dios que ha preferido morir ha dejar de amarnos.
No sólo al lado.
Sino también dentro

Cristo de rodillas Ante mi Limpiando mis pies El paño es su alma La suciedad, mis pecados «si no te lavo no tienes nada que ver conmigo»... 
¡Lávanos Señor!



LOS AMÓ HASTA EL EXTREMO
Quién pudiera amar así, hasta el final, sin medir, sin esperar.
Me siento tan pequeño y desvalido, tan lejos de este camino.
Señor, sólo tu amor me dará las fuerzas, sólo tu perdón será mi defensa.

El bautizado, sentado a la mesa, rodea al Maestro; se apasiona por su servicio, su luz y su anhelo de fraternidad y comunión; no tiene miedo; no se paraliza; decide defender a ultrajados y abandonados; y se anima a vivir libre de pecado, violencia y desamor.

Nuestra misión en este mundo es servir, ayudar al otro desde el más pequeño gesto, con amor.
Tender la mano.
¿Estás dispuesto a esa entrega generosa y desinteresada?

Gracias, Señor, porque me enseñas
a amar con serenidad:
sirviendo, dando la vida,
tomando la iniciativa.
Gracias por tu Pan y por tu vida entera.
Al comulgar, encuentro mi libertad.
Al recibir tu Cuerpo,
me siento verdaderamente en casa.



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