Señor, tú eres mi fortaleza.



"Intentaban detenerlo, 
pero se les escabulló 
de las manos"
(Jn 10, 31-42)


Cuando un modo de vida es genuina, no deja indiferente a nadie: o genera adhesiones o provoca lapidaciones.

Aunque lluevan piedras permanece fiel a la voluntad del Padre.

Tenemos alrededor muchos signos para poder creer en la presencia de Cristo.
Quizá sólo tengas que abrir un poco más los ojos y el corazón para verlos...

Jesús vuelve, en el evangelio de Juan, a la cuestión de su unidad con el Padre:
"Para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre."
Y se convierte hoy en una llamada a cuidar esa misma unidad entre Él y nosotros.
No se da mayor serenidad para el hombre.

Quien tiene el Espíritu de Dios hará las obras que hizo Jesús, quien no lo tiene, es imposible que las haga.
¡Ánimo!, Jesucristo puede liberarnos del infierno en el que nos encierra el pecado y hacer de nosotros verdaderos Hijos de Dios.

"Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza, mi roca, mi alcázar, mi libertador". 
Dios es nuestro refugio y fortaleza cuando llega la tormenta y el peligro nos rodea.


"Torrentes destructores me aterraban, me envolvían las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte.

En el peligro invoqué al Señor y mi grito llegó a sus oídos."
Son muchos los hermanos que viven el Salmo 17, como lo vivió Jesús.
En la Semana de Pasión lo revivimos.


"Ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor."

Tu vida, Jesús, estuvo llena de peligros.
Pero tú, amado por el Padre y animado
por el Espíritu, fuiste siempre fiel.
Hoy, no me tiran piedras
cuando intento vivir tu Evangelio,
pero son muchas las presiones
desde dentro y desde fuera.
Es difícil serte fiel, Jesús.
En tu Palabra
encuentro fuerza.


Padre, dame fuerza para ser fiel,
para ser fiel como Jesús, tu hijo,
para amar al que no lo merezca,
para perdonar, aunque parezca inútil,
para decir la verdad, aunque sea peligroso,
para sembrar, aunque la tierra escupa la semilla,
para crecer en bondad, aunque pocas veces lo consiga,
para luchar por la justicia, aunque me critiquen,
para defender la vida de los débiles, aunque nadie lo agradezca,
para rezar cada día, aunque crea que pierdo el tiempo,
para trabajar por la paz, aunque no me comprendan,
para anunciar el Evangelio, aunque se me rían,
para dar la vida de todo, aunque sea una locura.

Gracias, Padre, por ayudarme a ser fiel,
Gracias por convertir "el fracaso" de Jesús,
en fuente de vida nueva para la humanidad.
Gracias porque con nuestros esfuerzos "inútiles"
construyes un mundo más justo y fraterno.
Gracias porque ningún gesto de amor se pierde en tu Reino.




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