El Espíritu del Señor



“Hoy se ha cumplido esta Escritura”.
(Lc 1, 1-4; 4, 14-21).

Jesús comienza su misión en medio de nuestro mundo en el que la esperanza, la libertad, la salud comienzan a ser lo característico de su mensaje

Cuando Jesús, en Nazaret, cerró el rollo y dijo:
“Hoy esta Escritura que habéis oído se ha cumplido”, fue como si hubiera dicho abiertamente: la antigua promesa de Dios ha llegado a la madurez; hoy, conmigo, se realiza el nuevo Señorío de Dios en la tierra.

Ni cualquier tiempo pasado fue mejor, ni lo mejor está por venir...
"Hoy" es el año de gracia del Señor; "hoy" es el día de la salvación; "hoy" Jesucristo quiere darnos su Espíritu; "hoy" se puede ser feliz, por Él, con Él y en Él.

Hoy y aquí irrumpes en mi vida.
Hoy, y no mañana, me llamas nuevamente.
Hoy, en mi soledad, me ofreces tu acogida.
Hoy, en medio de mi oscuridad, te haces presente.
Hoy me sorprendes en cualquier persona, gesto o avenida.
Hoy.


En el Reino de Dios, las relaciones se invierten: los últimos son los primeros, los privilegiados, los invitados de honor.
No en el sentido de que se conviertan en nuevos ricos y nuevos poderosos, sino en el sentido de que ha cambiado, a su favor, el criterio: el servicio!

También yo he recibido desde el bautismo la naturaleza de ser hijo de Dios y, con eso, la condición y vocación de ser como Jesús.
Esta es la misión a la que también nosotros somos enviados.
Pero, ¿trato de vivir esa vocación y realizarla a favor de los pobres?

Sólo Dios conoce el secreto de nuestra vida.
Nosotros cada día tenemos la ocasión de descifrarlo a la luz que Dios nos da. Sin embargo nos enredamos en otros jeroglíficos.
El dolor nos hace preguntarnos:
¿Qué hacemos con la vida, con la propia y con la ajena?

María, Sinagoga abierta a la humanidad, Cenáculo Vivo para encontrar al Espíritu que encarnó al Verbo, perenne tiempo de gracia de Dios.
El año de gracia del Señor, dura milenios, y María es su administradora.

El Espíritu del Señor está sobre mí,
el mismo Espíritu de Dios,
El Espíritu que une al Padre y al Hijo,
el Espíritu que animó, fortaleció y alegro la vida de Jesús.
Gracias, Señor, por el don del Espíritu, el regalo más grande que puedo recibir.
Que mi corazón esté siempre abierto para acogerlo.

El Espíritu me ha ungido,
ha iluminado mi mente,
ha llenado de amor mi corazón,
ha fortalecido mi voluntad,
me ayuda a aceptar las limitaciones propias y ajenas,
me ofrece la posibilidad de ir más allá de mi pobreza.
Gracias Señor.

El Espíritu me ha enviado,
no me encierra en ni comodidad egoísta.
Me capacita para dar la Buena Noticia a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos la vista.
Para dar libertad a los oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor,
para que todos puedan sentir la misericordia y la ternura de Dios.

Señor, gracias por tu Espíritu, por contar conmigo.
Estoy dispuesto para dejarme la piel en esta misión.
Aquí estoy. 
Envíame.



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