Lo pequeño



“El reino de Dios se parece 
a un grano de mostaza... 
a la levadura...” 
(Lc 13, 19.21).  

Jesús Maestro con sencillez, con claridad, con brevedad y con gran profundidad comparte con los suyos los secretos del Reino.
Con estas dos parábolas, Jesús quiere infundir en sus discípulos la esperanza.
Dios es discreto.
El Reino de Dios se parece, dice Jesús, a estas pequeñas cosas que van creciendo hasta hacerse una realidad que apoya la fe de otros.
Nosotros aspiramos siempre a hacer cosas grandes, y olvidamos la grandeza de las cosas pequeñas
Todo comienza por algo pequeño, un grano de mostaza, un poco de levadura.
Como levadura: penetrar y extender suavemente en el mundo con los modos de Tu Reino
Nosotros pensando en cosas grandes.
Él siempre en lo pequeño y lo sencillo veía lo grande.
Un grano de mostaza, un poco de levadura pueden transformar el mundo.
Algún día comprenderemos que el Reino de Dios siempre tuvo que ver con lo pequeño y los pequeños
El camino se inicia con el primer paso
Su Reino, su presencia, crece a pesar de las oposiciones y se nos da para que en libertad le dejemos crecer.
Descubre la semilla del reino que llevas en tu interior.
Pon tu esperanza en ella.
Es ella la que dará fecundidad y plenitud a tu vida.
“¿A qué se parece el Reino de Dios y a qué podré compararlo?”
Mira bien a tu alrededor, pero mira con los ojos del corazón, y verás semillas que germinan, frutos que alimentan…veras VIDA.
¡Cuánto nos cuesta creer en lo sencillo y lo insignificante, en la potencialidad de lo pequeño!
En la vida y la fe.
No busquemos fuera lo que está dentro de nosotros.
Dios ha puesto en nuestro corazón la semilla y el fermento del Reino, para que transformados por su amor hagamos visible el Evangelio en medio del mundo. 
Seamos huerto regado que acoge la bendita semilla de mostaza; artesa llena de harina que se transforma por la potencia de la levadura, y demos buen fruto, árbol grande que acoge a muchos y pan cocido en la propia vida, alimento para muchos hermanos: el Reino.
El Reino de Dios no comienza ni crece por grandes estructuras.
El Reino de Dios no comienza ni crece con grandes leyes.
El Reino de Dios no comienza ni crece con grandes figuras.
El Reino de Dios no comienza ni crece con grandes manifestaciones.
El Reino de Dios no comienza ni crece con grandes organizaciones.
El Reino de Dios comienza por una semilla.
El Reino de Dios comienza por una pizquita de levadura.
Es lo pequeño que puede hacerse grande.
Es lo poco que puede transformar lo mucho.
Es lo pequeño que podemos hacer todos.
Es lo poco que podemos hacer todos.
¿Quién no puede sembrar una semilla de Evangelio?
¿Quién no puede aportar un poquito de levadura?
¿Quién no puede sembrar una semilla de vida?
Puede que hoy no puedas cambiar el mundo.
Pero hoy todos podemos estrecharnos las manos en la amistad.
Puede que hoy no puedas dar de comer a todos los pobres.
Pero hoy todo podemos compartir nuestro pan.
Puede que hoy no puedas solucionar el problema de la tristeza de todos.
Pero hoy puedes regalar una sonrisa.
Puede que hoy no puedas solucionar el problema de la soledad de tantos ancianos.
Pero hoy sí puedes dedicar unos minutos al vecino que está solo.
Hoy todo podemos sembrar una semilla.
Hoy todos podemos echar una pizca de levadura.
Aquí estoy Señor, pobre tierra que nada sería sin la semilla de tu Reino.
Ayúdame a hacerla crecer para que sea, como Tú, pan para todos.  

En lo pequeño

Es en lo pequeño
donde se gestan las grandes historias.
En la desnudez vulnerable,
en el hambre de evangelio,
en la caricia tímida,
en la palabra discreta,
en la revolución silenciosa.
Así es tu amor
Un grano de mostaza
que ya anuncia un árbol.
Levadura invisible
que entreteje,
en lo profundo,
una justicia inmortal
que ha de alzarse
al calor del fuego
que es tu anuncio.

Es en lo pequeño, sí,
donde cabe tu verdad.

Magnificat recitado
por una muchacha pobre.
Letras en la arena
que solo el pecador entiende.
Perfume guardado
para la fiesta especial.
Amistad de un leproso
que regresa a dar las gracias
Campesino que ayuda
a cargar la cruz
Cabellos que secan lágrimas
de agotamiento y culpa.
Humano temor
que pide: “Velad conmigo”.

Así, en lo pequeño,
explota el Reino.
Y otra vez sin enterarnos

(José María R. Olaizola, sj)



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