El camino de la misericordia




"Sígueme" 
(Mt 9, 9) 

Jesús va por la vida mirando con atención a todas las personas.
Descubre en sus rostros la sed profunda que los habita.
Nos sorprende que llame a un recaudador de impuestos, a un hombre considerado como ladrón, para formar parte de sus discípulos.  

"Sígueme. El se levantó y lo siguió".

Atrapado por las riquezas se sentía pobre.
Desde que Jesús le miró su única riqueza fue amarle y seguirle.


Llámame a mi también, Señor, y siéntame a tu mesa para comer contigo el pan de la misericordia. 

“He venido a llamar a los pecadores” (Mt 9,13)

Mateo era un pecador, un excluido, pero con el deseo vivo de la salvación.
Jesús le rompió todos los esquemas
Se interesó por él. 
Jesús lo llama y le cambia la esclavitud del dinero por la libertad del seguimiento.
Le abre las puertas de la comunidad, porque el amor rompe las fronteras entre buenos y malos.
Mira cómo actúa Jesús: el misterio del pecado lo ve siempre a la luz del misterio del amor.

"Misericordia quiero, no sacrificios,
- dice el Señor-."

Enseñar
Corregir
Aconsejar
Perdonar
Consolar
Rezar
Cuidar
Dar de comer
Dar de beber
Hospedar
Vestir
Visitar
Enterrar

Si quieres llegar al corazón de Dios, toma el camino de la misericordia y déjate tratar con misericordia. (Francisco)

¿Qué sentiste María cuando el Buen Dios pronunció tu nombre y supiste que ibas a ser la Madre del Esperado Médico que cura con el ungüento de la Misericordia?

María sufre, porque ella nos muestra a su Hijo, pero muy pocos quieren dejarlo todo y seguirle.

Restáurame, Señor Jesús, en el amor.
Que tu perdón y tu bondad dejen en mí la paz.

Jesucristo, de nada sirve decir que estoy dispuesto a seguirte si no estoy dispuesto a servir y a entregarme a los demás.
Gracias porque solo Tu eres capaz de ver más allá de mis pecados.

Señor, tú miraste con amor a Mateo y le llamaste.

Era un recaudador, un pecador, un indeseable... pero su corazón buscaba una vida más auténtica y te siguió con decisión, cuando pronunciaste su nombre.

Señor, también a mí me miras con amor y me llamas.
Reconozco que no lo merezco, que soy poca cosa, sé que sólo tú puedes darme la felicidad que deseo. Por eso, quiero seguirte siempre y del todo.

Señor, ayúdame a mirar con amor al que se siente sólo, al que no cuenta, al que cree que no sirve para nada. 
Ayúdame a despertar el deseo de felicidad de cada persona y a mostrarles que Tú eres la fuente de la Vida. Amén.

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