Los caminos de la ternura



“No juzguéis” 
(Mt 7,1)

Hay dos formas de mirar a los demás.
Una es el juicio, otra es la gracia.
El juicio paraliza la vida, la gracia la recrea y la embellece.
No te acuestes hoy sin haber mirado con amor a las personas y acontecimientos del día.
Seamos jueces de nosotros mismos.
No jueces de los demás.
Miremos primero nuestro corazón para luego mirar el corazón de los otros.

- Señor, tú me sondeas y me conoces.

Dejo en tus manos, Señor, las  vida de los demás.
Enséñame los caminos de la ternura.

“No juzguéis y no os juzgarán.”

¡Qué fácil nos es criticar y enjuiciar!
Sin conocer la historia de los demás, sin repasar nuestra vida antes de hablar.
Como cristianos y personas nos falta humildad.

ESCRIBE HASTA QUE LO APRENDA TU CORAZÓN.
No juzgar.

Me conmueven las personas que disculpan las faltas de los demás; las que asumen contigo el error; las que con tremenda humildad quitan importancia a tus fallos y te hacen sentir valioso a pesar de todo.
Gracias

Acércate a tu hermano aunque no comprendas por qué actúa así.
Intenta ponerte en su piel con cercanía y cariño.
La crítica destructiva, las miradas torvas, alejan y levantan muros entre los corazones.

"La medida que uséis, 
la usarán con vosotros."

No hay una constatación más motivadora.
Nos iguala y nos equilibra.
Nos acerca al otro y nos provoca lo mejor de nosotros mismos.
Es la parábola del Buen Samaritano.
Nos sitúa ante los hermanos a los que hemos de ofrecer acogida.

Escucha el eco permanente de la bondad. 
La bondad que respira y aletea contigo.
Se acerca humilde a comprobar el aliento natural de la vida en el planeta; y a reconocer el estado del inspirar divino en el hombre acosado.
Escucha su latir.
El corazón de Dios.
Escúchalo.

“Os van a juzgar, 
como juzguéis vosotros” 
(Mt 7,2).

Jesús se coloca en el terreno de la gracia.
Mira a todos con una mirada creativa.
Invita a cada uno a levantarse y a ponerse en camino.
Cuando te brote el juicio no te detengas, vete más allá hasta que te nazca una mirada de amor hacia los que te rodean.

Ayúdame a mirar con amor, a ver a todos como tú los ves.

Padre bueno,
que nos descubriste, mediante tu Hijo,
la alegría del perdón,
la valentía del amor al enemigo,
el imperativo de  "no juzgar",
te pedimos que borres tus reclamaciones de nuestro libro,
como haremos nosotros con las nuestras.

Así conseguiremos un libro blanco y limpio,
dispuesto para los mensajes de alegría,
de bondad, de fraternidad, de amor.

Haznos sentir el perdón
como un tesoro recibido de ti
y generador de convivencia pacifica,
hasta tal punto
que no necesitemos volver a reclamar,
porque todos los rencores
quedarán ahogados.

Tú, que nos conoces por dentro
y que podrías llenar mil páginas
con los fallos de nuestra biografía personal,
pero prefieres la indulgencia,
haznos capaces de imitarte
en nuestras relaciones difíciles con el prójimo.

Te lo pedimos por Jesucristo,
tu hijo y Señor nuestro. Amen.

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