¿Cómo queremos que nos traten?



“Tratad a los demás 
como queréis que ellos os traten” 
(Mt 7,12)  

Jesús lleva siempre la iniciativa en el amor.
Se adelanta, comparte su intimidad, parte el pan y lo reparte.
Lleva hoy a la práctica esta palabra de Jesús.

Si pasaran estas palabras por nuestra mente cada vez que vamos hacer algo, el mundo sería totalmente diferente, el mundo sería mucho más humano.

Nunca cambian tanto las cosas como cuando cambia uno mismo. 

Sé que esperas el fruto de mi amor.
¿Cuándo te lo daré?

El proyecto de novedad que trae Jesús pasa por el trato a los demás.
Cada persona es lugar de Dios.
No se puede disociar el trato con Dios del trato con los demás. 
Ten presente a las personas que te rodean.
Pregúntate cómo quieres que ellas te traten.
Intenta poner en práctica la luz que encuentres.  

Si te gusta que te traten bien, te respeten, hablen bien de ti, valoren lo que haces... haz lo mismo con los demás.

¿Cómo queremos que nos traten?
Con amabilidad, respeto, confianza, empatía...
Así es como hemos de tratar a los demás.
No siempre es fácil de hacer, pero es el camino:
Amar al prójimo como a uno mismo.

Cuando me pongo en lugar de los otros, 
Tú liberas mi vida.
Cuando te miro en los otros, me brotan gestos sencillos y palabras de verdad.

El camino es estrecho para todos porque es exigente.
Requiere esfuerzo y control del propio egoísmo.
La salvación es para todos.
No hay privilegiados: todos debernos cargar con la cruz que nos corresponde y poner nuestra vida al servicio de los demás.
Son pocos los que encuentran el camino porque la sociedad y la vida actual ofrecen todo lo contrario y tratan con indiferencia a quien decide seguir su conciencia.

El camino no es el de la grandeza, el lujo, el poder, la ostentación...
El camino es el del servicio, la humildad, la entrega, la sencillez...
Para entrar en el Reino, mejor por la puerta del servicio, como nos enseñó Jesús.

Mi equipaje será ligero,
para poder avanzar rápido.
Tendré que dejar tras de mí la carga inútil:
las dudas que paralizan
y no me dejan moverme.
Los temores que me impiden
saltar al vacío contigo.
Las cosas que me encadenan y me aseguran.
Tendré que dejar tras de mí
el espejo de mí mismo,
el “yo” como únicas gafas,
mi palabra ruidosa.

Y llevaré
todo aquello que no pesa:
Muchos nombres con su historia,
mil rostros en el recuerdo,
la vida en el horizonte,
proyectos para el camino.
Valor si tú me lo das,
amor que cura y no exige.
Tú como guía y maestro,
y una oración que te haga presente:

“A ti, Señor, levanto mi alma, en ti confío,
no me dejes. Enséñame tu camino,
Mira mi esfuerzo. Perdona mis faltas.
Ilumina mi vida, porque espero en ti".


José M. R. Olaizola

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