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Es pequeño. Parece insignificante.





“El reino de Dios se parece a un grano de mostaza” 
(Mc 4, 31)  

El reino de Dios tiene dentro una fuerza secreta, que le llevará hasta su total expansión.
El reino tiene unos comienzos pequeños y de apariencia modesta.
Pero en esa semilla hay futuro porque está animada por el Espíritu creador.
El reino excluye ambición del triunfo personal y de esplendor social.
La pequeñez del grano de mostaza nos enseña actitudes humildes para caminar hacia la comunión de todos los creyentes.  
Acoge el rostro de tantos hombres y mujeres que buscan y ofrecen la verdad que han encontrado.  

Jesús nos enseña la importancia de lo pequeño.
Hay que ser fieles en lo poco.
En lo cotidiano estamos haciendo crecer la dinámica del amor que es el Reino de Dios.
Nadie conoce las buenas consecuencias de una sonrisa, de una palabra de aliento, de un compromiso cuidado y constante.
Se siembra una semilla pequeña, pero queda ahí y crece. 
¿Qué siembro yo, inconstancias y discordias o ilusión por Jesucristo?

Tenemos la experiencia contraria: una mentira tiene repercusiones que quedan y crecen cada día sin que sepamos cómo.
En cambio nos falta confianza en esta Palabra: el bien es difusivo, imparable.

También nosotros somos pequeños, como el grano de mostaza.
Si te dejas cuidar y provocar por Dios, si dejas que él pruebe tu amor en la fragua de su Amor, entonces serás como un árbol frondoso en el que todos encontremos sombra, frescura, aliento y descanso.

Señor, tengo en el cuenco de mi mano un grano de trigo
Es pequeño. Parece insignificante.
Pudo caer del remolque en un bache del camino,
o perderse en el rastrojo.
Nadie habría hecho problema.
Nadie se habría enterado.
Es pequeño. Parece insignificante.
Descubierto en el suelo,
es más fácil pisarlo que admirarse,
más fácil despreciarlo que recogerlo como un pequeño tesoro.
Es pequeño. Parece insignificante.

Aquí está, en mi mano. Solo.
Sin embargo, bajo su piel tostada
encierra un secreto de vida.
En él hay espigas dormidas.

Si cada uno sembramos nuestro grano,
junto al del hermano…
tendremos muchas espigas,
despertará una nueva cosecha.

Señor, ¿Y si este grano fuera el último que queda en el planeta,
y yo el único responsable de cuidarlo?
¿Y si éste fuese el último grano de trigo que yo podré sembrar?
¿Qué voy a hacer con este grano?
¿Qué esperas de mí, Señor? ¡Di!

¿Lo encerraré en la urna de un empolvado museo, etiquetado con su nombre científico?
¿Lo ofreceré como alimento a un pájaro o a una hormiga?
¿Lo enterraré, mientras mi corazón reza por su futuro?
¿Lo sembraré?
Sí. Lo importante es sembrar.
Y confiar en la tierra que lo acoge y en Ti, Señor.
Sin que yo sepa cómo,
tu fuerza lo convertirá en una espiga.

Señor, el grano de trigo que acojo en el cuenco de mi mano
es mi vida, mi amor, mi trabajo, mi alegría, mi fe.
Señor, dame generosidad para sembrar, para sembrarme.
Dame fuerza para quitar las zarzas y las piedras,
las situaciones personales pueden ahogar mi siembra.
Dame paciencia, confianza y fe, para esperar los mejores frutos.

Amén

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