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Vivir como hijos de Dios





"Pedid y se os dará; 
buscad y hallaréis, 
llamad y se os abrirá" 
(Lucas 11,9).

Posiblemente, el pecado que más nos separa de Dios es el orgullo, la autosuficiencia, pensar que podemos construir nuestra vida al margen de Dios, aunque de vez en cuando recemos algo. 
Y el mejor remedio contra este pecado es la oración de petición, continua, insistente... 
Sólo así nos daremos cuenta de que todo es gracia, todo es don de Dios.

Vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo. 

El Espíritu Santo es el don más grande, más útil, más hermoso. 
Y Dios nos lo ofrece continuamente. 
Sin embargo, no aspiramos a los dones mejores y pedimos muchas veces cosas que no nos convienen, o que no nos darán la felicidad que busca nuestro corazón


Dices que te llamemos Padre

Padre es la palabra que mejor te suena,
porque eso quiere decir que somos hijos,
que confiamos del todo en tu Amor,
que sabemos abandonarnos y descansar en ti.

Padre es la palabra que mejor te suena
porque conoces nuestras necesidades
mejor y antes que nosotros mismos,
porque nos proteges y facilitas la vida,
porque te importamos más que nada en el mundo.

Te llamamos Padre y te contamos lo que nos ocurre:
cómo va nuestra vida y la de nuestros hermanos;
acudimos a ti en la dificultad, en la fiesta y en el Amor,
y vivimos la vida a tu lado, siendo todos una gran familia.

Acudimos a ti, Padre, a compartirte el cada día,
a refugiarnos en tu fortaleza,
a sosegarnos del cansancio diario,
ya que nos enseñes a llevarnos mejor unos con otros.

Comenzamos el día contigo, Padre,
y lo terminamos acariciando nuestro vivir en tu presencia,
agradeciéndote cada regalo y cada detalle,
incluyéndote en nuestro trajín y preocupaciones.
Somos tus hijos, por eso vivimos en comunicación contigo,
necesitamos reunirnos en familia y hablar la vida.

Dios Padre, tú eres la fuente de nuestra seguridad,
de donde mana todo consuelo,
de donde brota nuestro dinamismo vital.
Dios Padre, ayúdanos a ser siempre hijos y a vivir filialmente.

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